Una noticia que conocimos la semana pasada. Una decisión lógica porque el ferrocarril resulta idóneo para el transporte de viajeros cuando se da una de estas circunstancias: eje de ciudades en línea o sistema metropolitano de cercanía. Como nos recordaba la ministra lusa de Cohesión Territorial, el medio normal para desplazarse entre las dos capitales de Estado es el avión, están a más de 600 km. En distancias largas sobre territorios poco poblados el ferrocarril es muy útil para el transporte de mercancías, como se puede comprobar en Norteamérica o en la voluntad de China de llegar a Europa por la Ruta de la Seda. Pero no es competitivo en tráfico de pasajeros.

Lo contrario de lo que hemos hecho aquí, presididos por los excesos de gasto en obra pública y la mentalidad radial. El AVE es un sistema caro e ineficiente, que nunca recuperará la inversión. Ya se ha tragado 58.000 millones y, al parecer, queda otro tanto como mínimo, según un informe de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, que ya comenté el 14 de agosto. Si hubiéramos utilizado parte de esos recursos en investigación, seríamos un país más desarrollado y competitivo. A causa de decisiones tan erróneas, especialmente la de construir un sistema radial de transporte de viajeros por tren de alta velocidad a largas distancias, seguimos dependiendo demasiado del turismo y la construcción. Ahora nos empezamos a dar cuenta, pero sin sacar aún conclusiones adecuadas. Encima, el tendido AVE no sirve para mercancías, así tenemos las autovías y carreteras llenas de camiones y desatendido lo más lógico: ejes costeros y conexiones entre puertos.

En Portugal hacen números, se resisten a las presiones de España a favor del Madrid-Lisboa en alta velocidad y adaptan cada sistema de transporte a los objetivos para los que es más eficaz. Invertir en mejorar el eje costero portugués y conectarlo con el gallego es una prioridad evidente, será fácil de rentabilizar y tendrá acceso preferente a fondos europeos. No hay que pensar en velocidades exageradas, llega con circular a entre 150 y 200 km/hora – menos de una hora de Oporto a Vigo- lo que abarata mucho el coste y deja el tendido utilizable para mercancías.

El eje atlántico peninsular, entre Ferrol y Setúbal, estructura una red de comarcas, ciudades, puertos y aeropuertos que suman más de 10 millones de habitantes. Un caso idóneo, de libro, para sostener un transporte moderno por ferrocarril. No debemos olvidar que la parte gallega de ese eje es la línea más rentable de AVE en España. Lisboa hace sus deberes antes de tomar decisiones importantes que condicionan el futuro, por eso también invierte más porcentaje del PIB en investigación que nosotros. No están para lujos injustificables, tras salir de una larga crisis y teniendo que enfrentarse a otra. Les ayuda que allí las constructoras manden menos que en Madrid.

El comercio de Galicia con Portugal despega de forma natural desde la entrada en la UE. Una dinámica en la que todos ganan y que se verá reforzada por un ferrocarril propio de estos tiempos. Desde entonces, Galicia tiende a crecer más que la media de España y ha abandonado el vagón de cola de las comunidades menos desarrolladas. La zona portuguesa más septentrional, antes bastante olvidada, se ha beneficiado también de la progresiva integración de su economía con la de más al norte.

Aquí lo estratégico sigue siendo que Madrid sea el centro de todo. Los portugueses tienen una lógica más práctica y no se dejan liar. Ayer, nuestro Gobierno acordó enterrar en Air Europa 475 millones de euros para que no se debilite el gran núcleo aéreo central (Barajas-Iberia-Air Europa). Tenemos fondos muy escasos para salir del lío en que estamos y los gastan en compañías no estratégicas, en un sector que debe reducir su capacidad. Lo de Air Europa se veía venir porque tiene amigos y conexiones en la capital, ya lo temíamos y lo advertíamos el 24 de agosto.

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Escribiendo esto, me he acordado de aquella canción (1984) del gran grupo roquero vigués Siniestro Total: Menos mal que nos queda Portugal.

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1 comentario

  1. Como siempre que lo hago, leí con interés lo que nos dice Enrique Sáez. Sus opiniones, aunque no siempre compartidas (si en lo sustancial en este caso) son siempre «enriquecedoras» hasta para poder argumentar los desencuentros, que suelen darse, más en su valoración de determinadas actitudes y/o decisiones, según de donde provengan, que en el del conocimiento y análisis de los importantes temas que suele tratar. Al menos para mi, resultan muy instructivos, tanto para el acuerdo como para la discrepancia.

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