Este blog y el libro que lo inspira dan mucha importancia (capítulo 5, Más Allá del Estado Nación) al proceso europeo de levantar instituciones, empezando por un mercado común, que facilitan la convivencia entre países vecinos con tradición histórica de enfrentamientos militares. Es un ejemplo inspirador para hacer más habitable este mundo interdependiente y amenazado de autodestrucción por agresiones medioambientales, que lo llevan a límites de sostenibilidad, y bélicas, cuando hay arsenales de armamento que podrían acabar con la vida de todos.
Integrar Estados próximos en agrupaciones políticas, basadas en el comercio y los valores democráticos, reduce tensiones locales y, al mismo tiempo, equilibra la política internacional, al generar espacios de convivencia que trabajan juntos y resisten mejor las presiones de grandes países que consideran al resto como terreno a someter. Una forma práctica de avanzar hacia una gobernanza global, como la que propone “Por Una Constitución de la Tierra”, reciente libro del jurista y pensador italiano Luigi Ferrajoli. Es muy interesante, pero no analiza bien el proceso previo que permita hacer posible su propuesta. Si algún día la Humanidad llega a la situación idónea que describe, será, según mi criterio, entrenando naciones vecinas en aceptar normas comunes, para alejar confrontaciones y acercar las relaciones internacionales a consensos que beneficien a todos.
La relevancia que le doy al modelo europeo me ha llevado a dedicarle las entradas anteriores, por la ventana de oportunidad que aparece al aceptarse una defensa común, más autónoma respecto a los EEUU. No obstante, es difícil llevar ese modelo a regiones donde subsisten enfrentamientos muy recientes y hay pocos hábitos de concordia. Lo intenta Sudamérica con Merco Sur aunque avanza lentamente, pero al menos hay un ámbito comercial común. Por pura coherencia institucional, la UE apoya esta iniciativa y firmó con Merco Sur hace un mes un nuevo tratado comercial preferente. El rumbo nacionalista que impulsa Trump da valor a lo ya recorrido por el sur del continente. Su agresiva política, como pasa en Europa con la defensa, puede incentivar a profundizar lo logrado hasta ahora, aunque para ello cuenten poco con la Argentina, gobernada por un presidente comprensivo con lo que se predica en Washington.
Otras zonas del planeta, como el Sureste Asiático o algunas partes de África, intentan avanzar en acuerdos regionales. Con el optimismo que mueve a los que pensamos que es posible un mundo mejor y más justo, he empezado a observar un inesperado agente que podría ayudar a hacer más habitable Oriente Próximo. Aunque será más fácil lograrlo cuando hayan dejado sus cargos Erdogan y Netanyahu, líderes de la línea expansiva de un viejo imperio terrestre y de un Estado donde muchos creen que su nacionalismo xenófobo es de derecho divino.
La cruel experiencia del pueblo kurdo, disperso por diversas zonas de ese espacio tan conflictivo (ver plano tomado de The Economist), podría ayudar a que los demás se hablen. Los kurdos han abandonado la lucha armada que apoyaban en Turquía, donde tienen peso político, y, tras la caída de El Assad, negocian la estabilización de Siria desde la zona norte que han liberado con ayuda de los EEUU, que los considera un aliado fiable. Dentro del caos generado en Irak, después de la derrota de Sadam Husein, han logrado controlar parte del territorio de ese país, en torno a Mosul, Erbil y Kirkuk , con importantes reservas petrolíferas. Es lo más próximo que han estado de contar con un Estado kurdo. Pero creo que son ya conscientes de que nunca tendrán estado propio y adoptan una visión pragmática.

Los kurdos se han ido acomodando a vivir en varios países, incluido el Irán de los ayatolas, disponiendo de distintas intensidades de poder político. Su experiencia puede ser muy útil para construir una vecindad más armónica en una región que necesita tolerar las mezclas étnicas y religiosas que conviven con dificultad en Estados de fronteras bastante artificiales. La zona tiene en común una antigua tradición comercial y, con la adecuada dosis de pomada suavizante aportada por un pueblo que ha sufrido todo tipo de escozores, quizá pueda empezar a recorrer un camino de mayor cooperación, inicialmente mercantil, para desarrollar tolerancia y crecimiento económico, y darle menos importancia a las fronteras y las creencias que los separan. Sería un gran paso para todos.