La patria cotiza al alza en todos los mercados. Viejo remedio para ordenar el planeta de forma tribal, ante las incertidumbres que arrastra la nueva configuración de la Humanidad, más numerosa, móvil e interconectada. Más patria supone menos colaboración entre Estados, más poder concentrado con sesgo autoritario, refuerzo de fronteras (“embalses de poder» según mi ensayo) y poca tolerancia con la diversidad, ante el mayor apego a etnias y religiones, que, obsesionadas con la reproducción, combaten la libertad de las mujeres o la diversidad de género.

En las últimas semanas, el blog ha venido analizando lo que hacen líderes como Putin, Netanyahu o Erdogán extendiendo las fronteras de sus países. En el grupo caben también el chino Xi Jinping echando el ojo a Taiwán o el indio Narendra Mori persiguiendo musulmanes. Pero hay muchos más, desde Nicaragua o Venezuela a los ayatolas de Irán y Afganistán, estos obsesionados con el sometimiento de las mujeres.   

El frente exterior se presenta difícil para la Unión Europea. A las crecientes tensiones internacionales se añade el segundo mandato de Trump al frente de la primera potencia mundial, que, a juzgar por sus declaraciones y el equipo que le rodea, será más agresivo. América First es su prioridad: defender intereses propios sin preocuparse por otros. Complicará más la situación internacional con aranceles a exportaciones que, según él, perjudican a empresas de su país y permitiendo que su coleguilla ruso consolide anexiones. Trump le entiende, él mismo dice que quiere controlar el Canal de Panamá, comprar Groenlandia y Canadá y enviar tropas a Méjico para acabar con el narcotráfico y cortar raíces a la emigración hacia el norte.

Las tendencias regresivas se extienden al interior de la UE donde países del Este como Hungría, Rumanía o Eslovaquia se dejan influir por Moscú. Parte de sus ciudadanos parecen añorar el Imperio, que se llamó Unión Soviética y los tuvo sometidos. Generan un déficit de cohesión en Europa, que se agrava por la debilidad de los dos grandes motores de la integración -Alemania y Francia- que, además de dificultades económicas, se ven afectados de patriotismos xenófobos que crecen con las estrecheces coyunturales y la llegada de gente empujada por el hambre y las guerras, muchas provocadas por patrias mal definidas durante la descolonización europea. Al norte de los Pirineos hay un nuevo ejecutivo con dificultades para gobernar al no tener un claro apoyo en el Parlamento, una institución que en tierras germanas acaba de ser disuelta para renovarse en elecciones el próximo febrero. En ambos países se registra un ascenso de neonazis a los que ahora les caen bien los judíos, gobernados por racistas, es su principal cambio.

El País publicó hace unos días una entrevista con la líder del Front National francés, Marine Le Pen, que resumió bien en el titular: “Soy profundamente euroescéptica; el funcionamiento de la UE es antidemocrático y antinacional”. Valores del pasado se alzan contra el creciente éxito de una organización compartida, la UE, que tiene reglas democráticas, aunque sean mejorables, pero que puede imponer a los gobiernos nacionales políticas que no les gustan. Por eso la llama “antinacional”. En cierta medida lo es, poco a poco ha ido limitando la soberanía de los Estados en temas como la política comercial, la moneda o el movimiento de personas. Ahora deberá enfrentarse a la necesidad de construir una defensa europea para tener más peso en la política internacional y no depender de los EEUU, sobre todo cuando los dirige un personaje como Donald Trump.

No va a ser un año fácil para los que vemos necesario que la UE continúe consolidándose como el mejor remedio para conjurar las limitaciones del estado nación y el peligro que representan los más poderosos y expansionistas. Espero que 2025 sea benévolo y permita trabajar, para crear más espacios de tolerancia y respeto a las leyes internacionales y los derechos humanos, a dos experimentados políticos provenientes de Portugal, de la que en Galicia siempre nos sentimos próximos. Me refiero a António Guterres, Secretario General de la ONU, y a António Costa, Presidente del Consejo Europeo. Les deseo mucho éxito en su complicada tarea.

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