La guerra de anexión de Ucrania, decretada por el fascista que se sienta en el Kremlin, provoca miles de muertos y millones de desplazado, la mayor catástrofe humanitaria de Europa desde la desintegración de Yugoslavia en los 90. La reacción de los países occidentales se ha centrado en acoger a los huidos, armar al ejército ucranio y aplicar duras sanciones económicas.

Las medidas de tipo comercial y financiero, los embargos y el cierre de mercados y sistemas de intercambio han sido acompañados por la retirada de Rusia de la mayor parte de las empresas occidentales. La situación allí empieza a ser difícil, pero tiene dos mecanismos de compensación: la fuerte subida del precio del gas y el petróleo, de los que depende su débil economía, y el apoyo de unos pocos países, especialmente China, dispuesta a abstenerse en la Asamblea de la ONU que condenó la invasión de Ucrania, y, entre otras ayudas, de comprar más gas o petróleo para que Rusia aguante.

El comportamiento de Putin y Xi Jinping es propio de autócratas que dirigen dos de los más grandes estados nación del planeta con mano firme y desprecio de las libertades y los derechos humanos. Su escenario estratégico se diseña con la vista en el pasado, como comentaba en la entrada anterior. Para ellos el mundo globalizado, poscolonial, sólo trae cambios tecnológicos a los que se adaptan y de los que se quieren aprovechar para sus fines. Un esquema que les impide entender otras consecuencias de la globalización, como la interconexión que produce internet y la progresiva extensión de las libertades civiles.

Los seres humanos nos sentimos más próximos y nos solidarizamos con los agredidos. La gente reacciona ante la injusticia y el dolor y toma medidas para ayudar a los ucranianos. Algunas simbólicas, otras de contenido material: aportar dinero, alimentos y ropa; trasladar y acoger refugiados; incluso acudir a combatir a su lado. Queremos hacer algo, no ser simples espectadores como en tiempos pasados.

Propongo hacer algo más. Demostremos a Putin que los enfrentamientos entre aparatos político-militares dirigidos desde grandes centros de poder, independientemente de lo que piensan los que los sufren, responden a otros tiempos, los de esa URSS que añora. Ahora hay agentes sociales fuera de su esquema. Sabemos lo que pasa, aunque expulse periodistas y bloquee redes.

Debemos expresar con claridad nuestra voluntad de acabar con las guerras de antes, las que pueden llegar a suponer un riesgo de extinción de la especie, las que conducen los que odian la libertad que tanto nos ha costado conseguir. Rusia y China, su gran aliado en esta guerra, dependen totalmente de los consumidores de los países democráticos más desarrollados. Si dejamos de comprarles tendrán que parar de agredir, no tendrían fuerza para hacerlo. La globalización les ha servido para desarrollarse, pero también les ha puesto en nuestras manos, si no nos dejamos manipular.

Propongo boicotearles. Lo que viene de Rusia es sobre todo materia prima mineral, energética o agrícola, por lo que la subida de precios que se produce ya va a restringir su consumo, aunque ahora no podamos prescindir totalmente de ella. Es más fácil boicotear la venta de productos chinos, sobre todo de los que tienen base tecnológica. En este campo contamos con alternativas, no pasa nada si los marginamos. Si realmente queremos parar la guerra de Ucrania dejemos de comprar o usar marcas de aquel país, sean teléfonos móviles o plataformas de intercambio de vídeos o de compra en internet. Las empresas que los desarrollan están controladas por el Partido Comunista Chino porque son estratégicas para sus designios. Si esta medida se generalizara, no podrían soportarla y se verían forzados a dejar de apoyar la locura de Valdimir Putin.

No debemos ser cómplices de la ocupación de Ucrania y de una posible invasión de Taiwan para anexionarla a China y suprimir su democracia, como ya ha pasado en Hong Kong. Demostremos a esos nacionalistas autoritarios que el mundo ha cambiado, especialmente en Europa, que intenta avanzar en construir un sistema institucional para el integrado planeta del S XXI. Hay que poner en su sitio a los que aún recurren a la guerra.

El epílogo del libro que sirve de base al blog se titula “Todos somos necesarios”. Una sociedad civil con capacidad de actuar al margen de los sistemas de poder es cada día más imprescindible para hacer mejor este mundo. Las mujeres deben ocupar un lugar central en ella, serían las principales perjudicadas si triunfan los machos alfa y liquidan la libertad. Entre todos podemos parar a Putin y a su camarada Xi. De lograrlo, el mensaje sería nítido para todos los autócratas vocacionales. El diálogo y el respeto se impondrían para resolver diferencias. Empecemos.

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2 comentarios

  1. Lo que propones, en la medida en que sea posible, está bien, pero dudo que sea suficiente al menos a corto plazo. La pregunta, para la que no tengo respuesta clara, es ¿ Y mientras tanto, que ? …

    1. Este blog no tiene suficiente difusión para conseguir un efecto significativo. La mayor parte de la gente está en contra de la invasión de Ucrania pero no tanto de cambiar hábitos. Si compañías tecnológicas como Tiktok, Alibaba o Huawei notarán una importante caída de usuarios, a consecuencia de un boicot por la tibieza del gobierno que las controla respecto a Putin, al que apoya discretamente porque están pensando en hacer lo mismo en Taiwan, China pararía a Rusia, cuya economía no está para muchos excesos. El blog siempre pide más sociedad civil. Cada vez que compramos votamos, nada de lo que ocurre es totalmente ajeno a nosotros.

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