La visita de nuestra vicepresidenta segunda al Papa Francisco no es tan sorprendente, les unen algunas actitudes. La primera es que hablan más que hacen. Al Papa actual se le puede achacar un tópico que se aplica, a veces en exceso, a los argentinos en general y a los peronistas en particular, sin prejuzgar que el pontífice sea afín a ellos. Es de agradecer que use su potente tribuna para denunciar situaciones de injusticia, como recientemente nos hizo ver en los campos de refugiados e inmigrantes que pueblan las fronteras, terrestres y marítimas, de Europa. Se expresa bien sobre asuntos en los que carece de capacidad ejecutiva, pero hace poco por mejorar la vetusta organización de su Iglesia.

Yolanda Díaz está en otro escalón, en un plano nacional, más secundario aunque sea una figura relevante del gobierno. Desde ahí intenta cambiar cosas que no le gustan y cuida bien su aspecto, pero avanza con dificultad. Tiene un proyecto político en marcha que, según dice, no es de izquierda radical, quizá sueñe con reemplazar a su socio de gobierno a base de una imagen progre pero algo etérea. No se conoce su programa, que incluirá tendencias en alza: ecologismo, feminismo, libertad de orientación sexual… Será interesante saber qué papel van a representar en el plano económico sus raíces comunistas y sindicalistas.

La dificultad del Papa y la vicepresidenta para abordar cambios significativos, conecta con sus bases de pensamiento. La religión, en la medida que desarrolla una doctrina revelada por un ser superior, tiende a ser poco flexible. Lo mismo ocurre con ideologías laicas que descansan en dinámicas y objetivos supuestamente inalterables (lucha de clases, toma del Estado, eliminación de la propiedad privada de los medios de producción…), establecidos por un socialismo “científico” como el que el camarada Lenin construyó sobre las ideas de Marx. Yolanda Díaz dice que el único carnet que ha tenido es el del PC.

En mis tiempos de estudiante en Santiago, la Iglesia era obviamente muy visible. En las trincheras de la oposición a la dictadura, que empezaba a manifestarse, el PCE era la organización más eficaz para enfrentarse a ella. Su organización centralizada y disciplinada, permitía sostener una lucha permanente. La principal competencia en esa pelea, a una escala inferior, venía de otras organizaciones comunistas, como la de línea china (MCE) o los nacionalistas de la UPG. Para crecer, estos últimos han ido integrando a personas no comunistas en el paraguas del BNG, un movimiento que controlan. El gancho de su líder, Ana Pontón, encuentra limitaciones en el comunismo de base, pero ha conseguido relegar al PSOE al tercer puesto en el ranking de la política gallega. Quizá sea fuente de inspiración para Yolanda, que regaló (foto superior) a Francisco un libro de Rosalía de Castro, gran símbolo de la relevancia de las mujeres en Galicia.    

En aquellos tiempos, muchos de los integrados en organizaciones clandestinas eran jóvenes que habían pasado por el seminario, el único camino para acceder a una enseñanza superior con el que contaban los estudiantes de origen humilde. Con los años, bastantes de aquellos comunistas juveniles se han hecho conservadores y regresado a los brazos de la Iglesia. Les da seguridad contar con una base de pensamiento inalterable.

El poder de la palabra, cuando confluye con el poder del aparato (catolicismo o islam, PC chino o cubano…) crea instituciones difíciles de adaptar. Ese es su principal problema en un mundo muy poblado y conectado que pide una adaptación constante. Es lo que me interesa al ver juntas a personas de muy distinta ideología pero que tienen puntos comunes por la relación entre principios firmes y estructuras organizativas. No van a salir grandes soluciones de la reunión, sólo fotos amables, buenas palabras y propuestas genéricas en el ámbito de lo correcto.

El principal síntoma que refleja los problemas de cambio de instituciones de otros tiempos es el papel de las mujeres, una constante en las valoraciones del blog. En la primera línea de poder de las religiones, los partidos comunistas o los sindicatos ellas brillan por su ausencia. No cabe esperar demasiado de los que no son capaces de adaptar sus organizaciones al principal desafío político del siglo. No creo que Díaz, tan aficionada a reunirse con mujeres progresistas, le haya planteado al Papa, por ejemplo, los problemas que causa la oposición sistemática de la Iglesia o sus partidos afines a la regulación del aborto.

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3 comentarios

  1. El desmedido afan de notoriedad, tanto en las formas como en el fondo, tal vez considerada imprescindible para hacer posible el logro de no disimulados objetivos, puede llevar al ridículo no solo a quienes la buscan si no también a quienes la facilitan. Es así que cuantos están en el «juego» harian bien en evitar excesos que, finalmente, es probable que a nada ni a nadie beneficien.

  2. Tampoco creo yo que Díaz le haya planteado al Papa la incongruencia de querer parecer liberal y liderar una institución sexista como ninguna. Por ahí podría empezar, si quisiese aparentar que la visita oficial y los gastos que comporta sirven para tocar los puntos clave de su cacareada hoja de ruta.

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