La entrada del 15 de julio trataba del desafío económico que representa para la UE la guerra de Ucrania. El ataque de Putin a la soberanía de su vecino es una vuelta atrás: ha decidido redibujar sus fronteras incorporando territorios por la fuerza de las armas, como si estuviéramos a mediados del pasado siglo. Desde aquel tiempo, Europa ha ido desarrollando un sistema de trabajo en común para superar sus enfrentamientos anteriores, muchos de ellos, como el de ahora, originados por la voluntad de expandirse. Son dos formas de ver la convivencia entre los pueblos las que se enfrentan sobre llanuras y costas ucranianas. Más cosas están en juego que la libertad de Ucrania. Se trata de construir un mundo inclusivo, respetuoso de las normas internacionales, o de ir hacia atrás, hacia más enfrentamiento militar con riesgo para la supervivencia de todos.

Si Europa quiere derrotar lo que significan Putin y los dirigentes que piensan de forma parecida, necesita desarrollar medidas eficaces en el corto y el largo plazo. Con la dificultad de que algunas de las primeras son contradictorias con las segundas, por eso es tan importante situarse en la perspectiva temporal de unas y otras y evitar confundir su permanencia, que puede ser breve o prolongada, según casos. Debe evitarse que la presión de lo urgente condicione en exceso lo más permanente.

A corto plazo hay que vencer a Putin, esa es la prioridad. Al mismo tiempo, debemos trabajar para impedir que se repita algo similar, obstaculizar las situaciones de enfrentamiento armado, enviar a los autócratas un mensaje de que si quieren debilitar los valores democráticos e imponer sus deseos se enfrentarán a una Europa reforzada y dispuesta a impedirlo. 

En esa dialéctica entre corto y largo plazo se encuentra la estrategia militar. Nos apoyamos en la OTAN para ayudar a Ucrania y proteger a países vecinos acosados por el conflicto. Pero, en paralelo, deberíamos establecer las bases de un sistema de defensa europeo que evite la total dependencia de los EEUU o de que nos condicione la capacidad de veto de un país poco democrático como Turquía (entrada del 5 de junio).

La doble perspectiva opera también en la política energética, condicionada ahora por la mano de Putin sobre la llave de paso del gas natural hacia Centroeuropa. Hay que tomar medidas que son contradictorias con la lucha establecida para evitar un planeta más alterado. No se deberían cerrar centrales nucleares mientras no haya una salida al conflicto en Ucrania e incluso mantener algunas de las que funcionan quemando carbón, las peores porque aceleran el calentamiento de la atmósfera.

En paralelo, hay que programar medidas de reducción de consumo eléctrico con efecto inmediato. No sólo nos darán un respiro en la dependencia de Rusia, también ayudarán a frenar la subida de precios al limitar la demanda. Una línea con efectos rápidos, que debe mantenerse después. El Estado tiene que dar ejemplo. Además de reducir viajes innecesarios, limitar el número de asistentes a actos para la galería, eliminar mucho parque móvil, fomentar el uso de transporte público y las reuniones a distancia, debe cortar la iluminación innecesaria por fiestas, monumentos o lo que sea, para siempre. Llega con contemplar de día la Acrópolis, la Catedral de Santiago o el árbol de Navidad.

Simultáneamente tenemos que acelerar la puesta en marcha de sistemas alternativos de producción de electricidad, invirtiendo en renovables y facilitando el acceso descentralizado a las fuentes de energía de este tipo para consumir mejor y no depender demasiado de monopolios y oligopolios. Volveré sobre ello en la próxima entrada.

Reproduzco la parte superior de la primera página de El País del 18/7, que reflejaba la dinámica entre políticas a corto y largo plazo. Destaca la imagen de uno de los incendios forestales que nos asolan. A su lado, se anuncia la relajación de medidas anticontaminantes, política a corto plazo contradictoria con el combate contra el calentamiento del planeta, que está detrás de los incendios. El paréntesis se debe cerrar cuando cese el chantaje de Moscú. Debajo de la foto, se recoge que Bruselas creará un mecanismo para centralizar compras de armamento. Lo pide la realidad inmediata para mejorar el apoyo a Ucrania, pero deberá mantenerse para asegurar un sistema militar coordinado que nos proteja y nos dé autonomía estratégica.

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