En Europa se acumulan los líos, el principal es combatir la pandemia para volver a la normalidad. La recuperación será más fácil si se emplean bien los importantes recursos económicos acordados para impulsarla. Hay que usarlos con visión de futuro. Especialmente en países, como el nuestro, que deben hacer un esfuerzo específico para redireccionar su base productiva hacia sectores con más investigación y valor añadido.

Para que la normalidad venga pronto, es preciso completar la campaña de vacunación y estamos yendo despacio. Los sistemas de organización dominantes, basados en la soberanía completa del estado nación, curtidos en guerras históricas, se están demostrando más eficaces para dar órdenes (también a sus farmacéuticas) y librar esta variante de conflicto que nos presenta un enemigo peligroso, esquivo y que se adapta.

La UE está tardando algo más que los grandes Estados en esa lucha. Las demoras causadas por la necesidad de coordinar países, provocan más muertos y retrasarán algo la recuperación económica. Esas dificultades serán empleadas por Estados autoritarios para hacer propaganda de su modelo social, presumirán de que protege mejor a sus pueblos que las democracias y los acuerdos internacionales. También los ingleses presumirán de que, gracias al Brexit, son más capaces de afrontar la vacunación masiva, a pesar de lo mal que lo hicieron al principio por la línea relajada elegida por Boris Johnson, en línea con otros populistas.

La UE tiene mucho de experimento para mejorar la integración institucional de pueblos próximos por historia y geografía, por eso es tan importante, por eso es tan criticada. Esta experiencia la obligará a reflexionar y preparar sistemas de trabajo que permitan reaccionar rápido ante emergencias como la actual. A corto plazo, la prioridad es la vacunación y ayudar a los agentes económicos, priorizando sectores que nos permitan continuar en la vanguardia mundial en ciencia y competitividad.  Hay que soslayar el riesgo de que algunos políticos se dejen arrastrar por la inercia y por los que les pagan y adulan.

Por si no fuera suficiente la tragedia sanitaria que ha afectado mucho a Europa, Bruselas debe enfrentarse a otros dos desafíos: las consecuencias del propio Brexit, que se empiezan a sentir ahora, y la retirada de una líder excepcional, para su país y para su continente, Ángela Merkel, que nos dejará en otoño.

El 2021 es año de dura prueba para la UE, un proyecto colectivo ilusionante que, hasta ahora, ha conseguido salir reforzado de las crisis. Confío en que para cuando doña Ángela se apee de la política se note ya un sólido rebote de la actividad.

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