Resulta peculiar la idea de obligar a pagar seguros sociales a los robots que están sustituyendo a trabajadores humanos, lo que, en principio, algunos temen que desemboque en menos empleos. La propuesta tiene cierta lógica. Más ahora, cuando la crisis (con impacto en la economía, pero especialmente sobre la sanidad pública) y la tendencia al envejecimiento de la población ponen a prueba la resistencia de la caja de la Seguridad Social que hay que apoyar desde el Estado, transfiriendo fondos recaudados vía impuestos. Las cuotas no cubren los gastos.

No está demostrado que la robotización disminuya el número de puestos de trabajo, incluso podría ocurrir que los aumentara. Pero serían distintos, lo que afectaría de forma asimétrica profesiones y áreas geográficas concretas. Comprendo que estas cuestiones se pongan sobre la mesa cuando se reúnen, en el marco del Pacto de Toledo, responsables políticos y agentes sociales para buscar solución al pago de las pensiones.

Trabajé muchos años en banca y estuve involucrado en el desarrollo de las redes de cajeros externos. Para mí, siempre fueron robots, engendros electromecánicos que se asocian más a la industria. Un cajero automático realiza muchas tareas de forma autónoma, en respuesta a un cliente que le transmite instrucciones, hacen cosas que hacían empleados de ventanilla. Aunque no seamos conscientes, son la variante de robot más próxima para la mayoría de nosotros.

Se me hace raro que esos cajeros lleguen a cotizar a la seguridad social. Suena más a un nuevo impuesto, de esos que sueña la imaginación recaudatoria del Estado cuando siente el apretón del déficit. Las cuotas sociales constituyen un pago a cuenta de futuros servicios y no parece que los robots se puedan apuntar al paro o reclamen una pensión de jubilación, ni que su mantenimiento se llegue a incluir en un nuevo apartado de la sanidad pública, que ya tiene bastante tarea con los humanos.

La fusión de entidades financieras y el cierre de oficinas no rentables hace que tienda a disminuir el número de cajeros automáticos, que aquí son muy populares. España es, con Portugal, el país europeo con más número de estos robots en función de los habitantes. Tenemos unos 50.000 nuevos cotizantes potenciales.

Los bancos, como el Estado, también están en situación complicada. Para ellos esta grave crisis trae un aumento de la morosidad y tipos de interés en torno a cero, que frenan el margen financiero, el soporte de sus resultados. Eso les impulsa a ahorrar costes y a tratar de promover, mediante comisiones disuasorias de la atención personal, la robotización del servicio de caja. Seguiremos teniendo muchos cajeros. Al menos mientras sigamos usando billetes, costumbre en decadencia y tema recurrente en este blog, sobre el que volveremos.

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