Todo un símbolo torero, muy en línea con su ciudad, donde una presidenta con remango lo ha mandado a la ducha, con ayuda de otro diestro que antes compartió cartel con él y ahora le amenaza con Más Madrid. Pero hay que reconocerle que se va con cierto estilo y que está mejor sin coleta. Probablemente el aditamento capilar era sólo un símbolo más de rupturismo populista, de oposición al sistema “neoliberal explotador”, que conecta bien con la trayectoria de un manipulador que se siente cómodo dando espectáculo y supo capitalizar mejor que nadie el movimiento popular espontáneo de rechazo a los partidos tradicionales, el 15/M, nacido hace ahora 10 años.
Debo reconocer que Pablo me ha sorprendido en los últimos tiempos. En este blog lo habíamos tildado de apparátchik, un trepa que buscaba perpetuarse sobre un sillón bien retribuido, una especie abundante en los aparatos políticos-burocráticos a la que mi ensayo dedica espacio. Me equivoqué. Dejó la vicepresidencia del gobierno y bajó al ruedo para ponerse ante toros de una ganadería con casta. Tras la cornada, se corta la coleta.
Como antes Albert Rivera al darse cuenta que en el Centro no hay centro, ha hecho lo que no todos los políticos saben hacer: irse. Requiere un cierto valor y ganas de cambiar de vida. Supongo que pasará a asesorar a ejecutivos y movimientos de izquierda radical, con el aval de haber sido elemento fundamental en la creación de Podemos y ocupar la vicepresidencia del gobierno español, y la experiencia de haber aconsejado antes a países tan caóticos como Venezuela. Eso le permitirá completar el sueldo con clases y conferencias.
Abandona los ruedos y pasa a asesorar ganaderos. En la plaza queda su mujer con buen caché para ayudar a pagar el chalet. Tendrá más tiempo para dedicar a sus hijos mientras ella da capotazos en el coso de la política. Nunca se lo ha montado mal este Iglesias. No le echaremos de menos, aunque me temo que intentará que no le olvidemos.