Las maniobras de los poderosos se concentran mucho en el control de la información, no es algo nuevo. Cuanto más poder tienen más insaciables se vuelven. Es algo que debe preocuparnos porque lo hacen para limitar las libertades, imponer sus ideas e intereses y someter a cuantos más mejor. El espacio más codiciado es ahora el de las compañías que operan en internet, que sirven para saber lo que pasa antes que nadie y pueden emplearse para manipular comportamientos con técnicas de inteligencia artificial.

En el mundo de las democracias es más fácil limitar los excesos mediante la legislación de competencia. En el blog ya he propuesto, como hacen personas influyentes en los EEUU preocupadas por defender las libertades, que el imperio Zuckerberg pase a ser Zuck-ker-berg, dividirlo en tres. Tiene demasiado peso en su segmento de mercado y se dedica a comprar competidores, no habría que dejarle. Es un personaje peligroso que se ha prestado a participar en actividades, como mínimo, poco éticas.

Los estados de derecho permiten presionar para que se tomen medidas contra los que se pasan en construir posiciones de dominio. No así en las autocracias, que tienen alergia a los espacios donde se intercambian noticias o ideas sin su supervisión y censura.

Vladimir Putin ha empleado a Gazprom para controlar de la versión rusa de Facebook, VKontakte (VK), una importante red social internacional, con 650 millones de usuarios. La emplean, cada día, casi 50 millones de rusos y está en el punto de mira del Kremlin desde hace tiempo. La maniobra orquestada a través de la gran empresas gasista incluye también a otra popular red social, Odnoklassniki. En paralelo, la agencia rusa de telecomunicaciones presiona a Facebook  y Google en los tribunales para obligarles a retirar la información que no desea que circule. El nuevo zar no quiere dejar cabos sueltos, tiene que apretar más las tuercas porque la gente empieza a cansarse de él y cada vez le cree menos (entrada del pasado 27/11).

El más peligroso es el déspota chino. Ha iniciado una etapa de mayor control del sector privado en general y al ligado a nuevas tecnologías en particular. No para en aumentar la inversión del Estado en las compañías más relevantes para someterlas a los intereses nacionales que él mismo marca y que pasa con la supresión de las libertades de cualquier tipo, especialmente las de expresión e información. Hace unos días el gobierno chino forzó a una de sus startups, Didi Global (empresa de alquiler de vehículos con conductor, tipo Uber) a dejar de cotizar en Nueva York y pasarse a Hong Kong, por los requisitos de información que impone la legislación americana a las empresas extranjeras que cotizan en aquel país. El más peligroso autócrata mundial, Xi Jinping, se apunta a la moda de involucionar, de cerrarse en sus dominios y reforzar sus poderes.  La dificultad que puede encontrarse es que el proceso de enclaustramiento acabe por ser demasiado rígido y limite la capacidad de crecimiento de la economía china, basado hasta ahora en la apertura al exterior. Desea ser el nuevo Mao, ya ha conseguido que el último congreso del PC chino lo entronizara como líder histórico. Pero aquellos eran otros tiempos.       

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