No es nada nuevo, la economía alemana está en el centro de la capacidad económica europea y pasa por momentos difíciles. A pesar de eso, Alemania apuesta por levantar un sistema militar común. Un acuerdo de sus dos principales partidos ha eliminado el límite constitucional al endeudamiento público, para emitir deuda y financiar su aportación a la defensa europea. La ultraderecha quedó fuera del consenso parlamentario, recibe un alto porcentaje de sus votos en el Este del país, donde algunos añoran la URSS y apoyan a Putin. Allí, como en España (entrada 21/3), populismo nacional y añoranza comunista votan contra el aumento de gasto militar para frenar el expansionismo ruso. Los alemanes han dejado atrás su prevención contra el déficit público, que provocó la hiperinflación de hace un siglo y potenció el ascenso del nazismo. En aquellos momentos, el déficit respondía a las excesivas exigencias que los aliados les impusieron al finalizar la primera guerra mundial. La lección fue aprendida y, tras la segunda, se ayudó a la recuperación de la nueva Alemania Federal y a poner las bases de la UE.
El aumento del gasto en defensa apoyará la recuperación económica de Alemania y del resto de Europa. La industria, muy tocada por los aranceles de Trump sobre los automóviles, lo notará enseguida. Lo que afecta a sistemas de información, prevención y combate llevará más tiempo. En el ámbito de nuevas tecnologías, destacaba en la entrada anterior la importancia de los nuevos sistemas de pago para la eliminación progresiva del efectivo y conseguir una mejora de las cuentas públicas y la productividad. De hacerlo, Europa, siguiendo el camino ya emprendido por países nórdicos, liderará, otra vez, el avance internacional hacia sistemas más eficaces y resistentes a la delincuencia, la evasión fiscal y el tráfico de personas. También reforzará su apuesta por las nuevas tecnologías y facilitará el nacimiento de star ups en el ámbito de pagos y de sistemas para hacerlos más seguros y protegerlos de accesos indeseados a datos sensibles.
Los alemanes aún usan mucho los medios de pago en papel, fue el último país de Europa Occidental en generalizar el empleo de tarjetas. De hecho, la primera tarjeta plástica que tuvieron servía sólo para reforzar el uso de un pago tradicional, al que internacionalizaron y llamaron eurocheque. Además, en Frankfurt está la sede del Banco Central Europeo, que tiene mucha influencia y cuyos funcionarios viven muy bien facilitando el medio de pago imprescindible para las actividades ilegales.
Los momentos son buenos para convencerles de que hay que apostar por el futuro, por más crecimiento y más seguridad en el día a día de nuestras vidas. Les preocupan mucho la inmigración ilegal, que allí tiene la vida fácil al funcionar bien el efectivo , y el déficit público, que se desplomaría si el uso de billetes cayera. Quieren sectores apoyados en nuevas tecnologías y los sistemas de pago modernos están en ese ámbito. Razones poderosas para que cambien, pero, si les quedan dudas, sólo tienen que mirar hacia España, donde el cheque nunca fue popular y las tarjetas se aceptaron rápido. La economía alemana está estancada, la nuestra crece apoyada en el consumo privado y genera más recaudación de impuestos. Parte importante de ese crecimiento, como he explicado en otras ocasiones, es afloramiento de economía sumergida por el desplome del pago con billetes. Otra parte viene de la mejora en la productividad de las empresas al usarse sistemas de pago más eficientes. No son las medidas del Gobierno lo que lleva a superar previsiones, como he pronosticado desde aquí que iba a ocurrir, es la gente pagando con sus tarjetas y móviles la que empuja la mejora.
Alemania se ha puesto en modo cambio. Si lidera un proceso de reducción del efectivo en el área euro, verá como su economía mejora, su recaudación fiscal crece y el gasto púbico se reduce hasta hacer innecesario aumentar la deuda del Estado.