La UE es el único intento serio de superar las limitaciones del estado nación, modelo de organización institucional desarrollado en la propia Europa durante los últimos siglos y extendido por todas partes con la descolonización. La nueva alternativa europea es vital para que la humanidad adquiera experiencia en articularse de forma más adecuada ante una dimensión y un nivel de interconexión nunca vistos. Un tema al que dedica su capítulo más extenso el libro que sirve de referencia al blog.

Los viejos estados nación, que dan cohesión a las patrias y defienden fronteras intocables, son difíciles de adaptar a una realidad muy diferente a la predominante en los tiempos en que surgieron. Mi ensayo lo analizaba hace ya cinco años, cuando fue publicado por primera vez, y hace referencia expresa a los países grandes como el grupo más peligroso, sobre todo los dirigidos por gobiernos autoritarios. Los que además tienen vocación de imperio terrestre, anexionar vecinos, son especialmente preocupantes. Nos lo está demostrando Rusia. Su agresividad ha provocado un reforzamiento del europeísmo, como analizaba en la entrada del pasado 21, pero, al mismo tiempo, plantea la necesidad de una reflexión estratégica para que Europa profundice en su ambición y evite ser contaminada en exceso por las naciones tradicionales.

Para que esa estrategia sea eficaz y ayude a conseguir los principales objetivos colectivos, como paz, libertad y solidaridad, tiene que ser coherente con las características diferenciales de la organización europea. Debe hacerse un esfuerzo para superar inercias contradictorias con lo que representa y con las capacidades que posee. Lo necesita para seguir siendo una alternativa en la mejora de la estabilidad mundial. Si la única opción institucional disponible en el planeta es el estado nación, quedaremos presos de una dinámica autodestructiva.

En estos momentos, la defensa militar de Europa responde a parámetros anteriores a la consolidación de la UE. Por un lado, están los estados miembros con sus ejércitos nacionales, por otro una organización militar colectiva, la OTAN bajo el paraguas de la mayor potencia bélica del planeta, los EEUU. La OTAN responde a necesidades de protección de tiempos de guerra fría, cuando existía una tensión bipolar extrema. La Política Común de Seguridad y Defensa (PCMD) no ha sido, hasta ahora, capaz de superar esta situación y tener peso propio en el ámbito militar.

La UE ha avanzado mucho en compartir soberanía, como ocurre con la moneda común y la política monetaria. Ahora llega el momento de desarrollar un sistema de defensa europeo. La principal dificultad es interna, en todos los países hay partidos populistas, anclados en el pasado, que desconfían de Europa y para los cuales los ejércitos patrios y los desfiles detrás de la bandera son realidades y liturgias irrenunciables. Manipular sentimientos es una especialidad de estos grupos, que se verá reforzada desde fuera por los grandes Estados, alérgicos a que la UE se convierta en un actor geopolítico importante, basado en su capacidad económica y en un modelo de cooperación democrática que ellos odian.

Necesitaremos ser muy firmes y analíticos en la construcción del sistema militar continental.  Primero hay que ser conscientes de que la OTAN responde a otros tiempos, como ya se ha dicho. Dentro de ella, estamos sometidos a los intereses de la gran potencia americana, aunque en muchos casos coincidan con los nuestros. No olvidemos que puede volver a mandar allí un admirador de Putin como Donald Trump, nacionalista radical, que nos subordinará a sus intereses.

Y también está Turquía, otro eximperio terrestre que ejerce su capacidad de vetar la entrada en la OTAN de dos países europeos, Suecia y Finlandia, a cambio de poder hacer a los kurdos en el norte de Siria , lo que Rusia a los ucranianos. La UE no puede estar sometida a los intereses de naciones tradicionales, por eso necesita potenciar su sistema de defensa, al que se ha incorporado Dinamarca, tras el resultado del referéndum del día 1, que hizo olvidar, de forma aplastante, prevenciones de otros tiempos. Otra prueba de que Putin ha allanado el camino para que los europeos se sientan más unidos (entrada del día 30).

Rusia está demostrando en Ucrania que tiene un ejército de poco recorrido, al que se podría plantar cara sin graves problemas. La OTAN nos hace prisioneros de situaciones superadas. Si queremos tener peso en el mundo y representar un modelo de concordia al que agarrarnos para no matarnos, no podemos depender de gente como Trump, Erdogan o Johnson, aunque pueda haber convenios de colaboración militar o bases compartidas con sus países.

La salida de los países europeos de la OTAN llevaría probablemente a su disolución y parte de su estructura estaría disponible para ampliar el sistema defensivo común. Noruega y el Reino Unido quizá se replantearían sus actitudes sobre el proyecto europeo, ante la alternativa de convertirse en satélites de los norteamericanos. También rebajaría la presión sobre Rusia, una forma de ayudarla a tener un comportamiento más adecuado a las normas democráticas y del derecho internacional.

Los ejércitos europeos deberían tener fines estrictamente defensivos o de mantenimiento de la paz en misiones exteriores y no sería bueno que se sometieran al veto de cada país que decida estar dentro. Surgirán obstáculos constitucionales en algunos, porque los ejércitos están muy ligados a la soberanía nacional, lo que hará que el proceso se alargue. En nuestro caso, el jefe supremo de las fuerzas armadas (art. 62 h de la Constitución) es un Jefe de Estado hereditario y en ellas aún hay demasiada gente con ideas retrógradas, como las del oficial que la semana pasada llevó a su unidad a recibir una bendición en el Valle de los Caídos.  

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