Narindra Mori aplica el rodillo del nacionalismo de estado

Sigo a este personaje desde que era gobernador de Gujarat en 2002, cuando hordas de nacionalistas hindúes se dedicaron, en ese Estado indio, a perseguir y matar musulmanes (se estiman entre 1000 y 2000 víctimas, no hay cifras oficiales), mientras él miraba para otro lado y dilataba la intervención policial. No me extraña que ahora, cuando dispone de una amplia base parlamentaria a nivel nacional, haya decidido suprimir la autonomía del único Estado –Jammu & Kashmir- de mayoría musulmana. Una conflictiva región del noroeste del país, dividida entre India y Pakistan desde la independencia de ambos Estados en 1947.

La retirada del régimen autonómico específico que la constitución india reconocía a aquel Estado se ha realizado a lo largo de los últimos meses y de forma planificada: eliminación del parlamento regional, encarcelamiento de líderes musulmanes bajo acusaciones de tolerancia con actividades terroristas, cierre de las redes de internet y telefonía móvil, supresión de los derechos de reunión y manifestación, ocupación militar y, finalmente, modificación de la constitución para retirar el autogobierno que se les habían concedido.

El agresivo nacionalismo hindú, de base religiosa, ya había sido responsable en su día del asesinato de Mahatma Gandhi, el padre de la independencia de la India, porque quería que el nuevo Estado incluyera, además de la India, lo que hoy es Pakistán y Bangladesh y garantizara la convivencia de hindúes y musulmanes.

Una pena que el primer  ministro de la mayor democracia del mundo caiga tan bajo y acompañe a personajes algo más descaradamente autocráticos como Recep T.  Erdogán que acaba de destituir a los alcaldes de las principales ciudades del Kurdistán turco, porque defendían los derechos de los kurdos. Ya dentro del mundo declaradamente  totalitario, no cabe esperar mucho de China en el cultivo de la diversidad, como se está viendo en Hong Kong o en los procesos de “chinización” de Xinjiang y Tibet.

El último capítulo de mi libro estudia los desafíos que la globalización presenta al modelo tradicional de Estado nación, que es, entre otras cosas, un concentrador de poder de aparatos políticos, económicos y mediáticos, largamente establecidos.  Los que se benefician de ello prefieren recortar derechos democráticos que permitir que se diluyan las fronteras mentales, legales y territoriales que embalsan sus influencias. Presentan la diversidad cultural o las competencias para el autogobierno de estados y regiones interiores como desafíos a la unidad de la patria. Con ello consiguen exacerbar las reacciones de etnias o grupos de población que se sienten agredidos.

En estos casos, el principio de igualdad ante la ley tiende a simplificarse, sacarse de contexto y confundirse con uniformidad. Cuando ese enfoque es compartido por una amplia mayoría, ésta se siente legitimada para imponer lo que sea. Una tendencia que se va extendiendo por diversas partes del mundo y que augura un futuro complicado. Como explico en el libro, el Estado pos moderno tendrá que cambiar mucho para adaptarse a una humanidad más grande y conectada. Deberá habituarse a la diversidad y a verla como un valor que enriquece y no como un problema a eliminar, porque, simplemente, no podrá hacerlo sin llamar al ejército y eliminar libertades. Como vemos, hay dirigentes dispuestos a ello.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *