El primer ministro de la India inició el proceso a finales de agosto (este blog, 20-08) cuando ordenó al ejército la invasión de Jammu y Cachemira, fronterizo con Pakistan, que albergaba grupos con tendencias independentistas. Ahora completa la acción, suprimiendo un Estado que gozaba de autonomía desde la independencia del país (1947), en una región que está dividida con Paquistán y que ha creado muchos problemas desde entonces.

El supremacismo hindú está aplicando una dura represión a la población musulmana, encarcelando a sus líderes, cortando las comunicaciones y el acceso a Internet. Ha dividido el antiguo Estado en dos territorios federales que se gestionarán desde Nueva Delhi. Al parecer, hay un millón de soldados para controlar a una población de 8 millones.

Pero Narendra Modi no va a vacilar, a pesar de los daños que está provocando, sabe que sus electores le apoyarán y está precedido por su fama de represor del islamismo desde que empezó en política en su Estado natal de Gujarat. Supongo que los próximos pasos serán: suprimir las restricciones existentes para que en la zona se puedan asentar indios de otras regiones, promover la inmigración de ciudadanos hinduistas e ir modificando la estructura de la población hasta que estos últimos sean mayoritarios. Quizá entonces vuelva a darles autonomía.

Acaba de recibir la visita y el apoyo de una delegación de europarlamentarios de partidos de ultraderecha que le ayudan a limpiar la cara a nivel internacional. Malos tiempos para los que son diferentes.

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