Como ya he pronosticado dos veces (16/2 y 11/5) siguen mejorando las previsiones de crecimiento de la economía española realizadas por diversos organismos, algo parecido ocurrió el año pasado. El último en apuntarse fue el FMI que en junio las pasó del 1,9% al 2,4%. La razón es que los analistas sólo toman en cuenta lo que ven, la economía formal. No pueden valorar la economía sumergida que emerge poco a poco por el menor empleo del efectivo, mejorando los resultados previstos y haciendo las delicias de responsables políticos, que se apresuran a atribuirse el mérito.
El bar, el fontanero, el taxista y otros muchos cobran más en dinero bancario y se ven obligados a declarar mayores ingresos y dar de alta horas de trabajo que pagaban en B y ahora abonan en cuenta. Así también ayudan al aumento de los que cotizan a la seguridad social y a Hacienda. En España, el afloramiento de la economía informal es más importante que en otros países, porque tenemos más economía sumergida y estamos más bancarizados. Aquí las tarjetas para pagar están extendidas desde hace 40 años. Al contrario que en otros lugares, los medios de pago bancarios en papel (cheques) nunca fueron relevantes y nos apuntamos a los plásticos en cuanto llegaron.
Un proceso firme que, cada año, añade unas décimas a la expansión del PIB que recoge la actividad económica visible, aparece más empleo legal y más recaudación de impuestos. La economía delictiva es más difícil de reducir, la de los que roban, esclavizan mujeres en redes de prostitución, trafican con drogas, armas o personas, estafan…, y también la de los que financian partidos en B o retribuyen en billetitos a políticos que les hacen favores. Sólo se reducirá drásticamente cuando no haya papel moneda. Su floreciente actividad explica que el valor total de los billetes emitidos por el Banco Central Europeo no disminuya, concentrándose, cada vez más, en las altas denominaciones, que la gente honrada casi no utiliza. Es vergonzoso que un organismo público sea soporte imprescindible para delincuentes y defraudadores.
La mejora económica que vemos en España por la caída en el empleo de papel moneda, que se aceleró después de la pandemia del 2020, es buena muestra de las ventajas que se podrían obtener al poner en marcha un proceso para eliminarlo. Cuando se decida a abordarlo, el Estado recaudará mucho más, podrá hacer frente a retos como el envejecimiento de la población y reducir impuestos y cargas sociales. Porque también ahorrará costes por la caída de la delincuencia y de los tráficos ilegales . En el ensayo (La Energía oscura del Dinero 2.1), cuya portada ilustra el inicio de esta entrada, estimo esas cifras. Entre otras cosas, se podría prescindir de la mitad de las fuerzas policiales y habría medios sobrados, judiciales y de orden, para combatir temas tan graves como la violencia machista. El libro también propone medidas para evitar inconvenientes potenciales, como la caída de los sistemas de soporte informáticos, un problema potencial que se puso en evidencia el pasado día 19 por una deficiencia en la actualización de un antivirus para sistemas Microsoft, que frenó el funcionamiento de bancos y líneas aéreas, entre otros.
Hay ya países avanzados que han iniciado el camino que lleva a la desaparición del efectivo. En España, algunos analistas empiezan a darse cuenta del impacto de los medios de pago en el aumento del crecimiento y la recaudación (1). Pero les cuesta sacar conclusiones obvias. Presumo de detectar pronto algunas corrientes de fondo que nos afectan. El título elegido hoy es el mismo del artículo que publiqué en Expansión hace 30 años (30/07/94). El primero en Europa sobre una oportunidad histórica para mejorar el modo de vida que tenemos y aumentar la eficacia económica (el efectivo es un sistema de otro tiempo y tiene un tratamiento muy caro) que se va retrasando por la voluntaria desidia de los interesados en que las cosas sigan igual. Confío en que la presión de los jóvenes, que pagan todo con el móvil, acabe forzándonos a aprovechar las ventajas de la caída del efectivo que empezamos a ver. Estamos perdiendo demasiado tiempo, podemos vivir mejor todos, a cambio de que dejen de vivir bien muchos indeseables.
(1) Francisco de la Torre, ¿Se redujo el fraude fiscal y la economía sumergida tras la pandemia? ESADE Center for Economic Policy . 21/3/24

El himno dedicado al Apostol Santiago, cuya festividad hoy se celebra, comienza así : «Santo adalid, patrón de las españas…».
Al haber vuelto a escucharlo hoy, coincidiendo en el tiempo con la lectura de esta tu nueva entrada, me llevó , no se como, a pensar que la palabra «adalid» podría, también, serte de aplicación por la contumaz propuesta de desmonetización que razonada y pormenorizadamente vienes defendiendo desde hace no pocas décadas, de lo que yo puedo dar fe, aún prescindiendo del testimonio que ofreces (foto artículo en Expansión de 30.07.94).
Lo mismo que frecuentemente muestro sensibles desacuerdos con varios de tus «posicionamientros», afirmo hoy que me siento próximo a estos, con las prevenciones que tienes expuesto para salvar determinados casos.
Por cierto, en otro orden de cosas, veo con satisfacción, que la Xunta de Galicia muestra un comportamiento ejemplar en la prontitud del pago a «proveedores», lejos de la «morrosidad» que recurrentemente denuncias en otros casos tanto del sector público como del privado.
Aunque no se trate de un Santo, siempre viene bien disponer de un «adalid» en la procura de causas razonables. Hoy, de otras que no lo son tanto, mejor es no hablar… Es fiesta en Galicia.
Gracias por el apoyo, pero hay demasiados intereses en mantener los billetitos. Pues sí, la Xunta paga bien y eso es bueno para todos. A ver si cunde el ejemplo en Madrid y su periferia de grandes empresas