La llegada de Isabel Díaz Ayuso a la Presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid dio lugar a discursos, pronunciamientos y comentarios que me sugieren cosas diversas de los comportamientos del poder y los problemas que genera su acumulación. Mi libro aborda estos asuntos a un nivel global, pero, como español, no puede dejar de interesarme lo que aquí ocurre.

Hace unos días, aplaudíamos la resolución del Parlamento Europeo que pedía que se pusiera coto a los paraísos fiscales y a la excesiva competencia impositiva entre Estados miembros de la UE. Hoy toca referirse a la política fiscal interior. Un instrumento que el gobierno madrileño, tradicionalmente del PP, tiende a usar de forma agresiva. Gracias a ello y especialmente a la bonificación del 100% que aplica al impuesto del patrimonio, Madrid se ha convertido en una especie de paraíso fiscal doméstico en donde recalan muchos ricos “de provincias” para evitar impuestos que les puedan dañar. Ahora promete reducir otras tasas en la medida que caen en sus atribuciones.

Esta competencia de Madrid contra el resto de CCAA ayuda a que la comunidad que alberga la capital del Estado presuma del crecimiento de la renta de sus habitantes, del mayor precio de los inmuebles, de tirar del desarrollo de España, de ser un ejemplo de gran gestión económica… Madrid es un gran escaparate, situado en la mejor calle mediática, para difundir las políticas del principal partido de la derecha.

La Capital compite en el mercado interior con las armas a su alcance. Su crecimiento económico no se basa en exportar mucho (es la comunidad peninsular que menos mercancías exporta en porcentaje de su PIB, después de Extremadura) o en ser más competitiva. Se apoya demasiado en el trasvase hacia ella de rentas y patrimonios generados en otros lugares del Estado. Los capta con rebajas . Gracias a ella, 400 de las 600 mayores fortunas españolas no tributan por el impuesto del patrimonio. ¡Bravo!

Madrid existe porque lo quiso el Estado y se desarrolla bajo su protección. Mayoritariamente, sus compañías importantes o son antiguas empresas públicas, o les gusta estar cerca del poder político (grandes constructoras, bancos…). También dispone de todo tipo de soportes culturales (museos, orquestas, ballets, bibliotecas, ópera, exposiciones…), la mayoría estatales o con apoyo público, que facilitan la calidad de vida de sus habitantes y promueven la afluencia de visitantes. Además de albergar las estructuras centrales de la Administración , cuenta con reales academias, centros de investigación del Estado, sedes de multinacionales y de embajadas… Si es preciso rescatar sus autopistas o su caja de ahorros, pues se hace, aunque cueste decenas de miles de millones. Y si hay que diseñar un sistema nuevo de transportes (AVE), se diseña radial y se tira dinero a espuertas . Lo que haga falta.

No soy partidario de un Estado grande ni de muchos impuestos, pero la situación que atravesamos, que va a durar tiempo, requiere ser muy cuidadosos con los gastos e ingresos públicos. La competencia fiscal internacional e interior, que puede ser positiva si se marcan normas de transparencia y niveles impositivos mínimos, cuando se descontrola, se convierte en una lacra que limita la capacidad de los servicios públicos, instrumento imprescindible para paliar las crecientes diferencias de ingresos entre los ciudadanos. Son temas que se tocan en mi libro, cuando analiza (pgs. 86-99) los problemas de desigualdad y cómo combatirlos

Madrid resta bajo la dirección de los que dicen sumar. La comunidad usa su importante dosis de poder para competir y hacerse más atractiva. Pero luego que no pida solidaridad a los demás. Va a resultar que esas lecciones de amor a la unidad de España, que se esfuerzan en darnos la Presidenta de Madrid y los partidos que la apoyan, ocultan una simple defensa de sus privilegios, directamente relacionados con el tamaño de la estructura central del Estado, con esa España S.A. de la que son principales accionistas. No se les puede creer mucho. No protegen la solidaridad entre los españoles. Aunque se vistan de nobles ropajes, se limitan a mirar por lo suyo.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *