Las elecciones de días pasados en los EEUU han sido una fiesta de la democracia. Se han elegido jueces, alcaldes, gobernadores, senadores y diputados estatales y federales. Se han hecho coincidir con consultas sobre temas de interés, como la posibilidad planteada por algunos de proteger, a nivel estado, el derecho al aborto, después de que el tribunal supremo, que Trump dejó con mayoría muy conservadora, eliminara la cobertura legal que tenía en todo el país desde 1973.

Los pronósticos eran muy negativos para los demócratas, lastrados por un presidente mayor y con poco carisma y una inflación alta que erosiona la capacidad adquisitiva de la gente. Las encuestas electorales y los comentarios en medios y redes hacían prever una clara victoria roja, el color de los republicanos. Ganarían con facilidad la mayoría en las dos cámaras federales y se provocarían significativos cambios en algunos estados, ayudados por la redefinición de los límites de distritos electorales para quitarles peso  a las minorías raciales, una política muy extendida en lugares como Tejas.

El complejo sistema de recuentos no permite conocer aún la extensión de la victoria republicana,  inferior a la esperada pero que probablemente les permitirá, al menos, hacerse con la mayoría en la Cámara de Representantes. El Senado aún está en el alero. Parece que podrán limitar la capacidad de Joe Biden para impulsar leyes acordes con su programa electoral.

Los resultados limitan las ambiciones de Donald Trump, que influyó mucho en la elección de candidatos, cuyo perfil explica el menor apoyo popular. Encabeza un movimiento neo fascista que niega que hubiera perdido las presidenciales de hace dos años, 130 candidatos a puestos legislativos a nivel estatal o federal estaban en esa línea, o que el calentamiento de la atmósfera obedezca en gran parte al uso de combustibles fósiles. Además, a Trump le ha salido un duro competidor en su partido, que no le va a poner las cosas fáciles, pues también aspira a las presidenciales de dentro de dos años. Se trata de Ron DeSantis que ha sido reelegido gobernador de la Florida con 19 puntos de ventaja. En un estado de perfil conservador, donde Trump tiene su gran mansión residencial, éste sólo consiguió una diferencia de tres puntos sobre Baiden en las presidenciales del 2020.

El ex Presidente neofascista está aupado por redes en las que mandan algunos supermillonarios amigos y que son manipuladas por países totalitarios como Rusia y China. Le financian, entre otros, los ricos del petróleo tejano. Por eso niegan lo que no les interesa que se piense, aunque sea una verdad demostrada. La marea trumpista se ve frenada parcialmente por la libertad de expresión y la capacidad del voto secreto, especialmente el de las mujeres, cada vez más conscientes de que serán las víctimas principales de un ascenso de ideas de otros tiempos. 

Mientras los sistemas democráticos sean capaces de mantener sin excesiva erosión sus características básicas, las ambiciones de los poderosos pueden ser frenadas. Pero la situación va a peor, se acumulan los sistemas, principalmente en los grandes estados nación, para combatir la libertad. Esa es la razón principal de mi ensayo. La mejor prueba del creciente poder del dinero en los estados de derecho es la pérdida  de progresividad del sistema fiscal. Los ricos consiguen imponer sus intereses, sólo le tienen miedo a  que el voto de los ciudadanos frene su egoísmo. Por eso combaten la libertad.

El gráfico que reproduzco a continuación indica que el porcentaje de sus ingresos que dedica a pagar impuestos el grupo de las 400 mayores fortunas de los EEUU, es ahora menor que el de sus conciudadanos de menos ingresos. Está sacado de un muy interesante libro, publicado hace poco cuya portada cierra esta entrada. La cruel realidad que refleja – casi todos los grupos sociales, independientemente de su nivel de renta, pagan en impuestos porcentajes similares de sus ingresos totales, salvo los más ricos que pagan menos-  se ha ido extendiendo a otros países con la ayuda de dirigentes muy conservadores, como es aquí el caso de la presidenta de Madrid. 

Esta realidad se traduce en una imparable concentración de la riqueza, que amenaza la salud de la democracia en todas partes. El siguiente gráfico de la misma fuente señala la evolución, entre 1978 y 2018, del  porcentaje del total de ingresos de la población estadounidense que va al 60% menos favorecido y al 1% más rico. Lo que empujan Trump y adláteres, con todo tipo de mentiras conspiranoicas y advertencias de peligros para la patria.

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2 comentarios

  1. Es increíble que “ una fiesta de la democracia “ en USA tenga unos métodos tan rudimentarios para contar los votos emitidos. Es que en España, con una democracia muchísimo más joven, estamos dando una lección al gigante norteamericano ? No será que todo sirve en USA para evitar que las minorías voten y, en el fondo, no se trata de tal fiesta de la democracia ?

    1. No hay democracia perfecta y la norteamericana (USA) tiene bastantes limitaciones, como el obsoleto sistema de recuento, como bien señalas, y el «guerrymandering», el perpetuo cambio de límites de distritos electorales para quitar proporcionalidad al voto en perjuicio, casi siempre, de las minorías étnicas y de menos ingresos. Aun así, sigue habiendo un cierto respeto a la libertad de opinión y la posibilidad de votar. Lo de la semana pasada fue una fiesta por la cantidad de cosas que se sometieron al criterio de los ciudadanos. Una mayor movilización del voto permitió frenar el poder de minorías privilegiadas. Es importante defenderla sin dejar de intentar mejorarla. Descalificarla es lo que hace Trump y su gente cuando no les gustan los resultados electorales.

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