Como reacción ante los retos de la globalización e integración humana, la involución política se extiende en muchas democracias y, por supuesto, en las autocracias, como veíamos en la anterior entrada sobre Rusia. En Francia la ultraderecha, muy católica y nacionalista, está en alza, ya no es sólo Marine Le Pen y su Agrupación Nacional. Aparece ahora un nuevo competidor en ese campo, Eric Zemmour, politólogo, periodista e intelectual premiado, que, al parecer, se prepara para concurrir a las elecciones presidenciales de abril del año que viene.

Sus ideas tienen una larga tradición en Francia. Durante las primeras cuatro décadas del siglo pasado, un movimiento, Acción Francesa, producía pensadores como Charles Maurras (Mis ideas políticas, 1937), para él “el nacionalismo es la protección de los tesoros que están en juego sin necesidad de que un ejército enemigo atraviese las fronteras…. Es la defensa de la nación contra el extraño que vive dentro”. Una reputada editorial de París volvió a publicar sus obras en el 2018.  

Otro escritor, Maurice Barrès próximo a Maurras, decía entonces “la Tierra nos da disciplina, somos la prolongación de los antepasados”. Para el primero el peligro eran los judíos y los protestantes, para el segundo los alemanes. Acción Francesa defendía la “Francia verdadera”, el país real de campanarios, suelo ancestral y valores familiares, frente país legal de estructuras artificiales, bajo anticlerical administración republicana. Curiosamente, la invasión de los alemanes a los que temía Barrés ayudó en 1940 a que el régimen títere de Vichy se apropiara de sus ideas y celebrara la autenticidad de la sangre y el suelo del país, de una tierra de iglesia, familia, vida rural y trabajo en el campo, a la vez que perseguía a los judíos.

Eric Zimmour conecta directamente con todo esto. Cuenta  con una cierta ambigüedad personal, al tener, entre otras, ascendencias argelina y judía que refuerza su aura de pensador culto y con rigor intelectual. Se permite provocar diciendo que Dreyfus quizá no fuera tan inocente, el del “affaire Dreyfus” capitán judío condenado a cadena perpetua por un tribunal militar, presionado por la prensa y la opinión pública antisemita en 1894 y liberado, años después, cuando se comprobó que todo respondía a un montaje, o que el régimen de Vichy defendió a los judíos franceses porque deportó primero a los extranjeros. Tanto él como otro popular ensayista y polemista televisivo, Renard Camus, que afirma que Francia sufre una “conquista demográfica que reemplaza su población por la de sus excolonias”, tienen mucha relevancia ahora y ofrecen una visión de Francia en decadencia, acosada ahora por los musulmanes.

Siempre hubo pensamiento reaccionario en Francia, que se encontró cómoda con el régimen “fuerte” del General de Gaulle, a pesar del golpe moral que les supuso la pérdida de Argelia en aquellos años 60 de guerra fría. Pero entonces existía el contrapeso intelectual de gente como otro Camus (Albert), Jean Paul Sartre o Simone de Beauvoir, que alimentaron de ideas diferentes a los jóvenes que se echaron a la calle en el 68 y pusieron a De Gaulle en el umbral de su retiro. Ahora, los populistas de la derecha radical se encuentran más cómodos, tienen menos respuesta intelectual progresista.

Debemos prepararnos para una posible reversión democrática en Francia, con el peligro que eso supondría para la cohesión europea. Las tensiones de la inmigración sacuden un Estado ya demasiado grande al que sus ciudadanos piden de todo en crecientes algaradas. Francia ha sido frecuente centro de interés en el blog, como lo es en mi ensayo, porque considero que, en política, la organización pública que se propugna condiciona la manera de pensar.

La defensa de un Estado centralizado y fuerte, aunque se haga desde un planteamiento “liberal jacobino” es protofascista. Un intento de no enfrentarse a los difíciles retos del siglo XXI y propugnar, sin más, una vuelta atrás desde posiciones nacionalistas. Los que apoyan esas soluciones no encuentran lugar tranquilo en el centro, porque éste exige flexibilidad para hablar y pactar con la diversidad social. Terminan por acomodarse en la derecha dura. Es diversidad lo que nos envía la Humanidad de hoy y lo que tenemos dentro de cada país. En España, esa incapacidad de adaptarse a una realidad compleja es lo que marginó a Ciudadanos, como antes eliminó a UPYD. También está empujando al PP, muy influido por FAES, fuera del centro derecha.

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