El comercio, el desarrollo y las libertades están íntimamente ligados. El intercambio de excedentes es tan antiguo como los humanos, que pronto, hace decenas de miles de años, descubrieron que era más práctico tener una mercancía que todos aceptaran a cambio de otras (lo que ahora llamamos dinero), para superar las limitaciones del trueque y poder impulsar su economía.

El comercio y la fuerte interrelación entre islas y costas continentales en el Mediterráneo oriental facilitaron el despegue de la democracia y del pensamiento en la Grecia clásica. Los burgos medievales y sus ferias, iniciaron la salida de la larga etapa oscura que siguió a la caída del Imperio Romano. Ellos y las grandes ciudades del Mediterráneo  empezaron a crear instrumentos de pago y crédito que dinamizaron el proceso que llevó al Renacimiento.

Lo que digo no es nuevo, los ilustrados, Montesquieu y Adam Smith entre otros, reivindicaron ese papel del intercambio mercantil como base de la armonía y el respeto a la libertad. En los análisis que hago en el libro se le da mucho peso a estos asuntos. También se dice “…las medidas proteccionistas terminan por acarrear tensiones militares.” (pg. 197). En eso estamos entrando.

 “América first” es la frase favorita de Trump y va en línea de lo que piensan otros muchos nacionalistas que disfrutan mirándose al ombligo. Pero olvidan que ya no hay imperios coloniales, que si no dejamos que el comercio interrelacione y reequilibre los flujos de trabajo, se desplazarán los propios trabajadores y no habrá muros que los detengan por altos que sean, morirá mucha gente, aumentarán las tensiones y se venderán más armas.

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