Los BRICS, una agrupación de países emergentes creada en 2006, se mueren de éxito al haber ido incorporando otros países, como miembros (ahora son 10) o asociados (11), perdiendo consistencia y diluyéndose, aunque sigan oficiando una ceremonia anual para debatir y acordar posturas. A la última reunión, celebrada en Río de Janeiro el mes pasado, no asistieron ni Putin ni Xi Jinping. La B (Brasil) y la S (Sudáfrica) pesan poco. Como en muchos clubs, los que mandan son los RICos, Rusia, India y China, uno es el país más extenso y dotado de armamento nuclear, otro el más poblado y el último una gran potencia económica, sólo superada por los EEUU.

Los RIC son diferentes en su situación e intereses, pero saben coordinarse para defender posiciones básicas. Por eso India y China siguen importando mucho petróleo de Rusia para que pueda eludir las consecuencias de las sanciones impuestas por Occidente tras la invasión de Ucrania. Es lo bueno del exclusivo club de los poderosos, hay solidaridad. Los EEUU deberían presidir ese club para practicar el más deseado deporte, el poder arbitrario, pero están fuera. Su afición a ir por libre empujó a los otros a agruparse para competir.

La liturgia montada por Donald hace unos días para recibir a Vladimir en sus posesiones de Alaska y su “comprensión” de los deseos de éste, muestra la sensibilidad de los poderosos ante las querencias más íntimas de un colega. Pero hay algo más. Me interesa la base institucional que influye en la visión de cada dirigente y empuja este acercamiento de los EEUU a los deseos de Moscú. Los mandatarios RIC no tienen prisa, llevan mucho tiempo en el poder y piensan que seguirán. Putin manda desde el 2000, cambió de presidente a jefe de gobierno y después, otra vez, a presidente, tras eliminar la limitación de mandatos que incluía su constitución para ejercer la jefatura del estado. Eliminada esta prevención, todos los sistemas presidencialistas de base democrática (el jefe de estado y el de gobierno son la misma persona y se elige directamente en las urnas) acaban convirtiéndose en autocracias, como Rusia. China es una dictadura de partido y Xi (secretario general desde 2012) no tiene competencia. Narendra Modi dirige un país con una constitución de tipo parlamentario, no ejerce la jefatura del estado, pero sí la del gobierno desde el 2014, es un nacionalista popular que puede ser reelegido más veces, no tiene limitaciones temporales.

Por el contrario, el niño gordo, rico y mal criado es lo que en su país llaman un lame duck, un pato cojo. Ya no puede ser reelegido, le quedan menos de tres años y medio, y sueña, entre otras cosas, con conseguir un juguete precioso, el nobel de la paz. Tiene prisa, no está acostumbrado a esperar. Es fácil para Putin presionarle, ya que Trump quiere terminar pronto con aquella guerra como prometió en su campaña electoral. El ruso pide quedarse con el Donbás ucraniano que está prácticamente en poder de su ejército. El taimado Putin ya se comió Crimea, ahora absorbería la región de la que arranca aquella península y, dentro de unos años, ya veremos. El Presidente de los EEUU será otro, los RIC le darán preocupaciones distintas, la UE seguirá sin ejército propio (1) y Vladimir se buscará un pretexto para saltarse las garantías que haya ofrecido a Trump, invadir lo que queda de Ucrania y seguir recuperando partes de lo que fue el imperio de los zares o la URSS de los comunistas.

(1) La consolidación de la Unión Europea se hace cada día más necesaria para contrapesar el juego de poder que practica el exclusivo club de los mayores estados nación. En la entrada anterior describía los deberes que tiene por delante para conseguirlo.

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