Sabemos que los billetes cuentan con todo tipo de adictos en el mundo criminal, el tráfico ilegal de personas y la economía informal, que dependen de ellos para delinquir o evadir impuestos. Acabamos de conocer el caso del policía responsable de la lucha contra el blanqueo, al que encontraron ¡20 millones de euros en efectivo emparedados en su casa!, resultado de su colaboración con el narcotráfico. De eso sabe mucho Sito Miñanco, que está teniendo su enésimo juicio estos días. A lo largo de su dilatada carrera “profesional” ha untado a diversos agentes para, entre otras cosas, saber por dónde andaban y descargar alijos sin problemas. El caso Koldo, que contamina a gerifaltes del PSOE, nos recuerda cómo se mueve el dinero B entre interesados en negocios con decisión pública. También los partidos usan B, el 15/11 el Supremo confirmó que el PP había financiado en  efectivo parte de la obra de su sede en la calle Génova y le condena como responsable civil subsidiario, dentro del caso Bárcenas. Los nuevos entran rápido en el sistema, como Alvise (Se acabó la fiesta) que cobró de una empresa 100.000 euros en billetes y sin factura.

Vuelvo  a reproducir al final la portada de mi  libro sobre estos asuntos que, como vemos, contaminan a diario nuestras vidas, complicándolas y poniéndolas en riesgo. No nos preocupamos de “sacar factor común” de lo que subyace: un medio de pago opaco que emiten los Estados para facilitar la vida a casi todos los malos que nos rodean. En la introducción de ese libro, entre otras cosas, se dice: “… La opacidad respondía en el pasado a inevitables restricciones técnicas y está en el origen y desarrollo de estructuras ilegales que debilitan la sociedad desde la prehistoria. Hoy disponemos de otras soluciones,… es una oportunidad para atajar problemas que, hasta ahora, parecían insolubles. No debemos ni dejarla escapar, ni retrasarla excesivamente, ni implantarla sin un análisis y planificación previos que permitan debatir y controlar los posibles problemas que presenta”.

Además de todos sus adictos en el mundo ilícito, el efectivo cuenta con importantes paladines legales. Los que viven de él e intentan evitar, con muchos medios y poco éxito, las terribles consecuencias de un sistema de pago que responde a tecnología del siglo XV. En el poco sistemático debate sobre el futuro del papel moneda que empieza a verse en los medios, predominan los defensores de su eterna existencia. Voy a poner un par de ejemplos de las últimas semanas.

Al parecer, el gobierno sueco prepara una ley para que se pueda seguir empleando efectivo en servicios básicos. Es un país muy digitalizado, donde sólo el 19% de los pagos se efectúan en metálico y cayendo. Les ha entrado miedo de que un ataque ruso afecte las redes electrónicas que lo facilitan. Es el problema de no planificar los procesos. Sus vecinos daneses lo han hecho, mediante un plan para eliminar completamente los billetes que termina en el 2030. Los fallos de sistemas exigen medidas pensadas para ello, que explico en mi libro y que no son complicadas. Resulta relevante que las declaraciones sobre este asunto nos lleguen a través de la responsable de sistemas de pago del Banco de Suecia. Los bancos centrales y sus empleados viven muy bien con el negocio que tienen de emitir papel moneda, es lógico que lo defiendan. Lo más curioso es que los comentarios de esta alta funcionaria se produjeran en el curso de un viaje pagado por una empresa de transporte de fondos que, obviamente, está interesada en seguir prestando sus servicios.

En un periódico gallego, también en noviembre, un inspector de hacienda publicó un artículo destacando lo importante que era la confidencialidad en los pagos para garantizar la intimidad privada y que su gremio funcionarial se encargaba de perseguir a los que empleaban la opacidad del metálico para evadir impuestos. Tiene miedo de quedarse sin trabajo, como algunos de los empleados de los bancos centrales, la policía o las empresas de seguridad. La confidencialidad de los pagos también tiene soluciones en un mundo son billetes, por ejemplo, las tarjetas prepagadas.

Necesitamos debatir con seriedad y raciocinio sobre una oportunidad histórica de mejorar la calidad de vida de todos los que habitan la legalidad. No lo estamos haciendo porque siempre hay “veto players” que no quieren plantearse una sociedad sin efectivo porque les va al bolsillo, incluidas las grandes organizaciones mafiosas que saben cómo pagar a amigos influyentes en la política y los medios.   

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