El capítulo que el libro que inspira estas páginas dedica a las mujeres da claves para analizar el tensionamiento político y el ascenso de grupos nacionalistas radicales. Algo tienen que ver con la mayor libertad que ellas han ido adquiriendo, conforme la democracia se extendía y, gracias a ella, alcanzaban la igualdad de derechos y oportunidades en muchos lugares. Como en ese capítulo explico, son las grandes beneficiarias de la protección legal de los derechos humanos y su nivel de libertad es el mejor indicador de la que disfruta cada país.

Vemos incrédulos la terrible opresión a las mujeres en Afganistán, donde una teocracia las convierte en poco más que animales de compañía, centradas en tener y educar descendientes. Van totalmente cubiertas, no pueden realizar estudios superiores, se les prohíbe ejercer la medicina y, como los hombres no deben ni mirarlas, cada vez tienen peor situación sanitaria. Es un ejemplo extremo de hasta dónde puede llevarnos una influencia religiosa medieval.

En el plano social, la religión es principalmente un instrumento, en manos casi siempre de hombres, para fomentar la actividad reproductiva y evitar desviaciones. En España tenemos una historia cargada de excesos piadosos, que dejan huella. Como vimos hace unos días, cuando el alcalde popular de Sevilla consiguió que se aprobaran los presupuestos del ayuntamiento para este año, mediante un acuerdo con Vox. Tuvo que aceptar algunas de las condiciones que este partido le exigía, como crear una Oficina de Apoyo a la Natalidad y financiar organizaciones católicas pro vida, mientras retiraba el apoyo a las de orientación feminista y de colectivos LGTBI. También acordaron aportar ayudas a las familias para fomentar la natalidad, que salen de las destinadas a los inmigrantes y minorías étnicas. Más niños y niñas, pero de nuestra raza.

Después de décadas de decadencia, en algunos países se está produciendo un rebote de religiosidad. La venta de biblias aumentó un 20% en los EEUU el año del nuevo triunfo de Trump. En general, la asistencia a oficios religiosos está creciendo en los países anglosajones, mientras Francia registró un número muy alto (7.000) de conversiones al cristianismo en 2024. El fenómeno lo protagonizan, sobre todo, jóvenes que antes daban la espalda a la religión. Si se profundiza en el dato, resulta que dos tercios de ellos son varones de bajo nivel cultural medio. Ven sus privilegios en peligro con la mayor presencia en todas las profesiones de mujeres e inmigrantes, más preparados que ellos. Son muy manipulables a través de las redes sociales y constituyen la principal baza del triunfo electoral de la derecha dura. Quieren volver a un pasado en que mujeres y personas de otras razas eran considerados inferiores.

Antes, la mayor devoción se daba entre las chicas, ahora es al revés. Este es el cambio importante, una gran parte de ellas ha aprendido que la religión es empleada como instrumento de alienación para que acepten como natural una situación subordinada. Cambian las tornas, las mujeres defienden la democracia, la libertad de todos, para protegerse del deterioro en sus vidas que supone la vuelta a posiciones tribales y confesionales, aunque a veces sean lideradas por congéneres suyas. La mayor parte saben lo que se juegan y defienden lo logrado con mucho esfuerzo y sacrificio. Eso es nuevo y una raíz de tensiones.

El gran director de cine iraní, Mohammad Rasoulof, muy perseguido por el régimen de los ayatolas de su país, presentaba hace unos días en Madrid su nueva película, “La semilla de la higuera sagrada”, que ahora está en los cines, un retrato de la resistencia de las mujeres en Irán. En sus declaraciones a la prensa, subrayaba “ellas mantienen la lucha por la libertad”, frente a un panorama político dominado por religiosos radicales que, si les dejan, las llevarían a una situación parecida a la de Afganistán.

Ahora llega Trump a la presidencia de los EEUU, acompañado de híper millonarios y apoyado principalmente por una legión de machos alfa de razas arias, cristianos devotos y defensores del derecho a portar armas. Su admirador, Mark Zuckerber, era entrevistado hace unos días en el podcast de Joe Rogan, uno de los agitadores conservadores y neomachistas más seguidos del momento. Allí afirmaba que hace falta más “energía masculina” en las empresas frente al auge de compañías “culturalmente castradas”. “La cultura empresarial se ha vuelto algo así como más debilitada, y solo lo sentí cuando me metí más en artes marciales, que todavía es mucho más masculino”

Desde aquí seguiré pidiendo que se apliquen normas básicas del derecho de la competencia para frenar el exceso de poder de los grandes dominadores de las redes sociales, dentro de un apartado del blog bautizado como Zuc-ker-berg. También estaré pendiente de lo que pasa en los EEUU con el siempre difícil derecho al aborto, que mi ensayo define como el mejor indicador del nivel de libertad de las mujeres y, por tanto, de la democracia de un país.

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