El mundo se ha complicado, la gente se mueve con facilidad. Millones de africanos quieren llegar a Europa y presionan en todos los puntos donde pueden conseguirlo. Para evitarlo, los europeos tenemos que hacer la vista gorda con dirigentes autoritarios como Erdogan al este y Mohamed VI al oeste, que mantienen grandes depósitos de gente confinada, esos que quieren llegar a nuestro continente para mejorar sus vidas. Una situación que causa mucho sufrimiento, nos cuesta mucho dinero y tiende a ir a peor.

Tenemos un problema grave en Ceuta y Melilla que se solucionará pronto, a base de presión de la UE y más dinero. Para Marruecos nuestros enclaves son un gran negocio, crean empleo en la zona y constituyen un arma de presión permanente para que Europa les suelte fondos y España haga lo que a ellos les parece conveniente. Cuando lo que hacemos no les gusta, relajan el control de la frontera, al que se han comprometido, y miles de personas nos asaltan, como los centroamericanos en la divisoria con Tejas.

En la entrada anterior, otro caso de fronteras artificiales (Gaza) que está costando cientos de vidas, me refería al reconocimiento del Estado de Israel por las monarquías árabes, una compensación pactada entre monarcas de perfil medieval para que los EEUU reconocieran la soberanía marroquí sobre el Sahara occidental.  Los norteamericanos, siempre muy comprometidos con los hebreos, están agradecidos a la mediación de Mohamed VI en este delicado asunto y consideran a nuestro vecino del sur un aliado estratégico . Nos lo han recordado ayer, en medio del follón que se ha montado.

La mano judía es alargada, defiende sus intereses en muchos frentes y, aunque no seamos conscientes de ello, mantiene bastante influencia en Marruecos y sabe tocar a su rey para que los defienda discretamente. Allí cuentan con una influyente y discreta minoría, desde que los echamos hace algunos siglos, cuando también tomamos Melilla para controlar mejor lo que pasaba al sur de Gibraltar. Hoy son ellos los que nos controlan, gracias a aquella adquisición de territorio africano. Lo de Ceuta es posterior y fue resultado de un acuerdo con Portugal, su primer poseedor europeo.

Marruecos tiene muy amarrado el Sahara Occidental, que incorporó a su territorio en unas semanas en que España tenía otras preocupaciones. Seguirá presionando hasta que consiga el total reconocimiento internacional de su soberanía. Cuando lo logre, empezará a pedir, otra vez, que le entreguen nuestras plazas africanas.

Todo esto marca un escenario interesante para un observador de las fronteras agrietadas por la Humanidad del siglo XXI. Los populistas de la derecha, grandes amantes de los muros (Trump, Netanyahu, Johnson…), se excitan con las tensiones. Los de Vox, piden, como siempre, la intervención del ejército, consideran que los que llegan a nado a las playas ceutíes son soldados enemigos. En la foto, hay un blindado controlando inmigrantes.

También es algo patética la reacción de nuestro monarca, que siente que debe hacer algo y se habla de recomponer la buena relación del emérito con la monarquía alauí. El problema es que Mohamed VI, como los jeques saudíes o la reina de Inglaterra, pertenecen a la secta de soberanos multimillonarios, tras siglos de convertir su influencia en patrimonio. Los nuestros no tienen ese nivel, porque son los únicos repuestos después de ser echados del trono. Un tema que llevaba mal Juan Carlos I, que siempre procuraba estar cerca de los que tenían dinero.

Los inmigrantes que huyen de la miseria deberían ser nuestra preocupación. En lo demás, resulta interesante observar las reacciones a los problemas que crean nuestras viejas raíces terrestres en África y otros innumerables follones de fronteras. Seguirán dando que hablar, porque son síntoma de que el mundo debe cambiar la forma en que está organizado, mal que les pese a populistas de patrias erosionadas. De eso va el capítulo más largo de mi ensayo. No será fácil, pero es necesario que aprendamos a poner la mirada en buscar un futuro más integrado, más solidario, menos tenso.

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2 comentarios

  1. Nada nuevo. Valoro y comparto en buena medida la información y varias consideraciones, pero no tanto la valoración, conclusiones y «mensajes» más o menos subliminales, tanto escritos como gráficos. Para no extenderme me referiré, preferentemente a estos últimos:
    Ceuta y Melilla, son ciudades españolas y por tanto europeas, con lo que la intervención esperada y esperable de la U.E. no debe calificarse de «presión» si no de legítima defensa. No fue precisa la intervención del ejercito demandada por Vox. Fue el Gobierno de España el que, acertadamente, acordó su presencia, ante la dimensión de la invasión para actuar con criterios humanitarios, como así fue, y para evitar la dispersión de los intrusos por la ciudad autónoma, en evitación, entre otras cosas, de la lógica alarma social que cundió entre la población civil de la ciudad autónoma (y no solo). Es así que la foto y la mención al «blindado» suena más a tendencioso que a información.
    Creo que casi todos podemos coincidir en que hay que redoblar y coordinar esfuerzos para reducir las grandes desigualdades que se dan fuera de las fronteras de los países más favorecidos (también las endógenas, no lo olvidemos), orientándolos fundamentalmente al desarrollo y consiguiente generación de oportunidades «in situ» y, también, asumiendo la llegada e integración de inmigrantes, de forma controlada y planificada, cuantitativa y cualitativamente (lo que en nuestro caso no solo es conveniente si no necesario) pero es inaceptable no solo no poner freno a avalanchas y a la «permeabilidad» de nuestras fronteras, si no a provocar un efecto llamada mensajes y prácticas demagógicas que lejos de resolver el problema lo agravan. Son en gran medida las personas jóvenes las que pretenden abandonar sus países de origen en notorio detrimento de las posibilidades de futuro de los mismos. El objetivo, en lo posible, debe consistir en ayudar a retenerles.
    Finalmente, me parece una intencionada simplificación, al analizar estos y otros problemas, la recurrencia en situar todas las maldades en «los populistas de la derecha… que se excitan con las tensiones». Podríamos concluir que el silencio de los supuestos buenos, como suele suceder, es más preocupante que el ruido de los malotes.

    1. Hay demasiadas fronteras poco naturales en el mundo, que crean tensiones en un momento como este en el que el propio concepto de estado nación presenta dificultades. Es parte de las tesis de mi libro. Existe un populismo de derechas y un populismo de izquierdas ambos cargados de ideas simples y de razonamientos de otros tiempos. La primera variante está en alza en casi todos los países, en el blog pongo ejemplos se ello. Es más susceptible de reaccionar enérgicamente contra lo que ven como invasiones exteriores o amenazas interiores a su idea de patria. Muchas veces eso les da votos. Lo ocurrido con el Brexit corresponde a esa línea, por eso me entretiene observar el lío que tienen montado ahora en Irlanda, no saben donde poner una inevitable frontera arancelaria.

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