Son, otra vez, las ciudades las que marcan el camino para que los países jubilen a sus autócratas. Las ciudades son foros de libertad y no toleran a los que pretenden monopolizar el poder. Ahora es Budapest, recientemente pasaba lo mismo en Estambul que echaba de su alcaldía al partido islamista del Presidente Erdogán. Al mismo tiempo, en Moscú los jóvenes se echaban a la calle para protestar por las maniobras del partido de Putin para eliminar de las elecciones municipales a los que ponían en peligro su deseo de mando absoluto, su vocación de nuevo zar. En Hong Kong el poderoso PC chino sigue sin poder frenar a los que desean conservar la democracia.

Budapest ha aprovechado unas elecciones municipales para elegir a un nuevo alcalde, el sociólogo y ecologista Gergely Karácsony. Para ello ha contado con dos apoyos inestimables. Uno interno, la oposición se ha unido en un candidato común para expulsar al anterior mandatario, perteneciente al partido de gobierno. El otro es la acción de la UE que, con amenazas de sanciones serias, ha evitado que ese partido de ultraderecha nacionalista, Fidesz, lograra convertir a Hungría en un émulo de la Rusia actual.

Este blog, muy interesado en cómo funcionan nuestras instituciones para combatir los excesos de poder,  va a ir celebrando estos levantamientos de las ciudades, porque habrá más. Vivimos tiempos en que el poder de los Estados es limitado. Eso pone nerviosa a mucha gente que tiende a apoyar vueltas atrás con bloqueos al comercio y a los extranjeros, con soluciones de tendencia autoritaria y nacionalista, que son difíciles de sostener en el mundo actual.

El continuo crecimiento de las ciudades y su permanente vocación de ser lugares abiertos van a exigir que vuelvan a tener protagonismo político, como tuvieron en anteriores épocas de crisis de los modelos de gobierno. Sus levantamientos contra los que quieren retroceder en el tiempo son uno de los síntomas de que el sistema institucional dominante, el Estado nación, ha llegado a sus límites de eficacia, lo que nos obligará a  reformarlo y apoyarlo con soluciones complementarias.

Otro síntoma de su decadencia es la propia Unión Europea, que intenta ayudar a suplir, colectivamente, las debilidades que afloran en los Estados por la mayor conexión de las sociedades humanas en el siglo XXI. Las dos organizaciones, ciudades por abajo y UE por arriba, han estado presentes ahora en Budapest, ayudando a frenar a un autócrata de esos que miran para atrás.

En el libro se intentan analizar las instituciones que tenemos y se proponen medidas para que sigan siendo eficaces en un marco democrático. Temas que están presentes en varios apartados, especialmente en el último capítulo, que es el más extenso y se titula: “Más allá del Estado nación”.   

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