Cuando decidió presentarse a las elecciones del 4 de mayo en Madrid, la idea de Pablo Iglesias era que Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y Economía Social, le sustituyera a en su puesto . Eso la llevaría a ser vicepresidenta segunda, pero el Presidente no quiso autorizar el salto y la dejó un escalón por debajo, lo que ya es una buena promoción porque además pasa a ser la figura más relevante de Podemos en el Gobierno. El movimiento provocó, de rebote, el ascenso de Nadia Calviño, Ministra de Asuntos Económicos, a la vicepresidencia segunda.

El hecho tiene lectura en términos políticos. Ya había hecho referencia a ello el 15/10 (tomo la foto de esa entrada), algo alarmado porque hubiera una cartera de economía sin más y otra de economía con adjetivo, cuando es una disciplina que no lo necesita. Yolanda es más intervencionista, lo de social da una pista, mientras que Nadia resulta más ortodoxa en sus planteamientos. De entrada, es mejor que quede por delante la que tiene mucha formación en economía y amplia experiencia en funciones públicas en ese campo, en España y en la UE. El escalafón tiene relevancia y el Presidente parece saberlo.

Los posicionamientos en temas como la contrarreforma laboral o la intervención directa del Estado en el precio de los alquileres, crean tensiones en el ejecutivo y en el papel de ambas ministras. Es coincidencia, pero hay una cierta lógica que une sus actitudes con sus orígenes geográficos, una de Coruña, la otra de Ferrol, ciudades muy próximas con historias diferentes que pueden condicionar la forma de ver el papel del Estado en la economía.

La situada al sur del Golfo Ártabro es, sobre todo, producto de la actividad mercantil, del comercio marítimo. La Administración ha ido perdiendo peso desde que Santiago es la capital de Galicia, tras la aprobación del Estatuto de Autonomía. Aún cuenta con funciones públicas relevantes como el Tribunal Superior de Justicia, la delegación del Gobierno o restos de lo que antes fue la Capitanía General de la octava región militar. Pero van perdiendo importancia relativa en su modus vivendi, apoyado en la actividad privada con proyección exterior.

Ferrol fue una villa menor hasta que el Estado decidió convertirla en una urbe para aprovechar las magníficas condiciones defensivas de su ría y emplazar una base de la Marina de Guerra. Los ferrolanos siguen fiando mucho el desarrollo de su ciudad a la base naval y a los importantes astilleros en la órbita de la SEPI.

Como pasa casi siempre donde prepondera el sector público, la presencia sindical es muy importante. Ocurre también en zonas próximas, como As Pontes (mina de lignito y gran central térmica) o San Ciprián (siderúrgica básica de aluminio). Las empresas que iniciaron esas actividades eran públicas, luego se privatizaron y ahora intentan retirarse. La base productiva vinculada a decisiones del Estado y la presión sindical se prolonga hasta Asturias.

Yolanda, ferrolana, es representativa de ese entorno, abogada, hija de un líder de CCOO, milita en este sindicato y en el Partido Comunista. Esto condiciona su enfoque de las políticas sociales, aunque esté demostrando una actitud dialogante con la patronal y sus socios de Gobierno. Debe influir en ello que el dinero con que contamos para tapar los muchos agujeros que deja la crisis procede de la UE, que no tiene tendencia a permitir políticas muy intervencionistas. Seguro que Nadia, economista coruñesa, se lo ha explicado en detalle. Sería muy positivo que fueran capaces de trabajar juntas, los tiempos que corren piden pragmatismo y apostar por soluciones de futuro.

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