La diversidad enriquece a las sociedades, sea por la mayor presencia de mujeres o de minorías raciales, en lo que destacará el nuevo gobierno de los EEUU, o de territorios con culturas diferentes que construyen algo común, una idea sobre la que se levanta la UE. Integrar la diversidad refuerza la capacidad colectiva, aunque pueda parecer lo contrario cuando se mira a países que promueven el totalitarismo racista, como China, y presumen de más eficacia en la gestión pública. La búsqueda de equilibrio entre libertad, diversidad y capacidad de gestión está muy presente en esta etapa que atraviesa una Humanidad mucho más grande e integrada y es lo que me animó a escribir el libro en que se apoya el blog.

En España tenemos nuestra propia pelea en ese campo. Los Presupuestos para el 2021 prueban que el país es capaz de dar más peso a su versión más marítima, más industrial, más variada y se va librando del motor unificador que a veces nos absorbe. A pesar de los excesos de algunos y del fraccionamiento de la base política, reflejado en una mayoría de 11 partidos y agrupaciones electorales, se han aprobado unos presupuestos diferentes, más adaptados a lo que necesitamos para encarar la crisis.

Algún partido del trimotor de la derecha ha estado cerca de apoyarlos. Al final se ha quedado fuera porque no consiguió el garbanzo negro del que disponían los miembros importantes de viejos clubes elitistas para poder eliminar candidatos a formar parte de él que, a su criterio, no cumplían los requisitos de clase para formar parte de ellos. Quizá sea consecuente con ser monárquicos y uniformadores. A los que piensan así, les advertí (12/11) que necesitan un plan B, por si sigue aumentando la parte de la sociedad española que se aleja de lo que predican. Deberían rehuir el creciente enfrentamiento, que alimentan políticos y analistas de otros tiempos, a los que acompañan chats y cartas de uniformados nostálgicos.

Me da lástima que en el esfuerzo de integración realizado para aprobar los próximos presupuestos no estén presentes las dos principales fuerzas políticas gallegas, el PP por razones obvias de seguimiento al liderazgo nacional y el BNG que, al parecer, no fue capaz de obtener mejoras para Galicia por su voto, que sí había respaldado la investidura del actual Gobierno. En su caso, debió pesar el poco interés del PSOE en ofrecerle bazas políticas, porque no debe llevar bien el ser relegado a tercera fuerza en el Parlamento de Galicia. Supongo que, en futuras ocasiones, llegará ese apoyo, para dar más peso a la influencia modernizadora de la periferia norte.

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