Hay que condenar que se empleen medios ilegales para conseguir objetivos políticos, como la independencia de una parte del territorio. Especialmente en el caso de una organización terrorista como ETA que causó tanta muerte y tanto dolor a muchos. Pero no todo lo que proponen las organizaciones nacionalistas es malo sin más, a veces ponen sobre la mesa asuntos que ayudan a mejorar un Estado que dista de estar organizado de forma razonable.

En este blog defendemos el pensamiento periférico, es una de sus categorías para agrupar artículos. Es bueno que exista discrepancia, aunque no guste al pensamiento predominante, muy arraigado en el centro-sur, que reacciona con indignación a ideas que ponen en riesgo su visión de España y su poder. Ahí se siente cómoda la derecha y la parte del PSOE arraigada en la zona, incluidas viejas glorias del partido, cada día más cabreadas. Pero la visión uniforme es el principal problema de los conservadores cuando buscan ser más centristas. Sacralizan una forma jacobina de Estado, que en nuestra corta historia democrática nunca ha funcionado, por eso algunos añoran las soluciones autoritarias.

Deberían tomar ejemplo del PNV, de su capacidad para apoyar a unos y a otros. Obviamente intenta sacar partido, pero facilita alternativas de gobierno y es un elemento fundamental para que todos los vascos se hayan apuntado a caminos democráticos para resolver lo que llaman conflictos históricos.

El papel de los partidos catalanes es más complejo, no disponen del bagaje del PNV para negociar. En parte porque están demasiado fraccionados y carecen de la seguridad que su electorado otorga al principal partido en Euskadi. La desunión entre ellos y la falta de experiencia de gobierno los lastran, los radicalizan y les incentivan a tirarse al monte de las soluciones fantasiosas. Parece que les gusta provocar la reacción visceral de los defensores de la patria uniforme. Con demasiada frecuencia miden mal sus acciones y acaban perjudicando a Cataluña

Barcelona es la única ciudad española con capacidad de poner a prueba la preeminencia de la capital y el viejo Madrid-Barça se juega también en los subterráneos de la política. Con el añadido de que el dinamismo de Barcelona se apoya más en la sociedad civil y el de Madrid en el Estado y en la presencia de los medios “nacionales”. Pero es bueno que existan perspectivas diferentes, porque tenemos demasiada tradición de intolerancia, que busca instintivamente aplastar al disidente. Lo vemos ahora con la Ley Celaa o los casos de fiscalidad agresiva.

En el libro que me sirve de base (págs. 90-93) se defiende la necesidad de combatir, a nivel internacional, los excesos de competencia fiscal que debilitan mucho las cuentas públicas. Coincido en ese aspecto con el planteamiento de Esquerra Republicana para establecer límites a esta actividad en el interior, porque erosiona la capacidad recaudatoria y provoca injusticias. Si se hace bien, mejorará la financiación del Estado y viviremos con menos enfrentamientos. En un artículo próximo analizaré la estrategia “competitiva” de la Comunidad de Madrid, para intentar echar luz sobre conflictos que nos tensionan.

ERC, como PNV y PSOE, tiene perspectiva, procede de tiempos anteriores al golpe del 36 y ahora actúa con más sensatez que JxCat y compañía. Ha invadido el espacio de la vieja CiU de Pujol, erosionada por la corrupción y las huidas hacia ninguna parte de políticos poco sensatos (Más, Puigdemont, Torra). Aunque es bueno recordar que el gran acuerdo nacional sobre pensiones, el Pacto de Toledo, se puso en pie sobre un documento de CiU de mediados de los 90 relativo a las reformas necesarias del sistema de Seguridad Social, cuando apoyaban al Presidente Aznar, un hipernacionalista español que llegó a decir que podía hablar catalán en la intimidad.

No es malo que vaya cogiendo influencia política esa periferia norte, más diversa. En la que, en mayor o menor medida, también militan Galicia, Asturias, Cantabria, Navarra y la Valencia de Chimo Puig.

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