Tenemos un Estado peculiar, el no bien definido papel de los territorios provoca situaciones raras. Las nacionalidades históricas que establece la Constitución pelean por tener más capacidad de ejercer soberanía. Barcelona es núcleo de tentativas que nuestro ordenamiento constitucional no tolera, como sí permite el británico. Madrid, la otra gran ciudad, es lo contario. Mezcla sus intereses con los del conjunto de España que toma por una prolongación de sí misma.

En alguna ocasión me he referido en este blog a que aquí se enfrentan dos tipos de nacionalismo: disolvente y absorbente. La actual presidenta del centro es un gran ejemplo de este último, como Artur Más o Carles Puigdemont lo son del primero. Igual que resulta anormal que alguien opte por vías unilaterales a la independencia, lo es también que una comunidad uniprovincial, que probablemente no tendría que haber existido, se arrogue una especie de “derecho de propiedad” del resto, añorando el papel de metrópoli imperial que tuvo hasta 1898.

La semana pasada Isabel Díaz Ayuso visitó Galicia para conocer el lugar de origen de Isabel Zendal, la enfermera que dio nombre al último hospital abierto en su comunidad. Con su habitual desparpajo y facilidad de acercarse a la gente, se mezcló con los paisanos y se hizo muchas fotos con ellos. Hace tres años ni sabía quién era aquella humilde mujer (Ordes 1771) que salió con 20 años de su aldea para ir a trabajar al hospital de Coruña, convertirse primero en madre soltera, después en directora de la inclusa y, a partir de 1803, en la primera enfermera en la historia en realizar una misión internacional. No es muy normal que Isabel Díaz Ayuso venga a conocer Ordes en una fecha que no coincide con ninguna conmemoración. Aprovechó también la visita para acercarse a Inditex, la única empresa española que lidera un sector mundial importante. Un modelo que nunca hubo en Madrid.

Andar por “provincias” le encanta. Incluso ha cruzado Gibraltar, en agosto, para visitar Ceuta y poner sobre el pecho de unos policías una condecoración de su comunidad por lo bien que defienden las fronteras de Madrid, perdón de España, con África. Por supuesto, aprovechó la ocasión para criticar la política del ejecutivo sobre inmigración. No sé lo que pasaría si los presidentes de las 17 comunidades autónomas se dedicaran, como ella, a recorrer el Estado con cualquier ocurrencia para intentar influir en la política nacional. Menudo desbarajuste. La que se armaría si, por ejemplo, Pere Aragonés se acercara a Melilla a imponer la cruz de Sant Jordi a alguien que defienda su incorporación a Marruecos.

Pesa la influencia de los medios madrileños, mucha gente toma a su presidenta como una influencer y la recibe con interés. Se critica con frecuencia a Euskadi o Cataluña por considerarse en una categoría diferente, pero la que realmente se siente por encima de las demás es Madrid. El motivo del viaje oficial de Díaz Ayuso a Galicia suena a pretexto. Lo aprovechó para atacar al gobierno por dificultar su política de hacer caridad con los ricos, mientras preside la región europea donde el covid ha provocado más muertos en proporción a la población, porque su sanidad deja bastante que desear. Probablemente a su tocaya Zendal no le haría mucha gracia asociar su nombre al de ella.

Lo peor es que el Presidente de la Xunta actuó como si fuera el gobernador de una colonia al recibir a una enviada de la metrópoli. La adula, le agradece que ponga de relieve a Isabel Zendal y aprovecha su visita para decir lo que a ella le gusta oír: que Galicia recurrirá el impuesto sobre grandes fortunas que el Gobierno planea implantar el próximo año. Incluso pareció aprobar la evasión de ricos provincianos hacia la capital cuando le agradeció a Ayuso el buen trato que reciben los “madrigallegos” que residen en su región.

Que haya esperado a que viniera la Presidenta madrileña para decir esas cosas no es una coincidencia. Obedece quizá a instrucciones de su partido, pero respalda una política competitiva que ha llevado a que patrimonios gallegos importantes se hayan trasladado a la capital para evitar el impuesto sobre patrimonio. Un tributo que debería mantener, entre otras causas, porque será deducible del futuro impuesto sobre grandes fortunas. Eso lo hace inocuo para el contribuyente y permite a la Xunta seguir contando con esos ingresos. El nuevo impuesto que quiere implantar el Gobierno perjudica los intereses de la comunidad de Madrid, no los de Galicia.

El PP se ve arrastrado por una política que se inició en la capital y va siendo emulada, sin mucha reflexión, allí donde gobierna. Es un error ir contra la capacidad redistributiva del sistema fiscal y, además, se plantea en el peor momento. Se vio en el caso de Liz Truss, que, recién nombrada, tuvo que dimitir como primera ministra del Reino Unido ante la reacción que provocaban sus medidas para bajar impuestos a los que más tienen cuando las finanzas públicas están muy tensionadas.

El peso de la agrupación madrileña del PP y la visión de España que irradia obstaculizan posiciones centristas que quizá su nuevo Presidente hubiera deseado impulsar. Esa influencia se observa en varios frentes, no sólo en el fiscal. Acaba de verse en la ruptura de las negociaciones con el PSOE para renovar el Consejo del Poder Judicial por el rechazo a una rebaja en las penas para el delito de sedición. Asuntos no relacionados entre sí.

La lucha entre nacionalismos, absorbente versus disolvente, se mete por todas partes y está en la raíz de los graves desajustes políticos que sufrimos. Le recuerdo a Alberto Núñez Feijoo que caer en la variante que lidera Isabel Díaz Ayuso le arroja en manos de la derecha más dura. Se lo advertí a Albert Ribera hace tres años, por eso Ciudadanos está en trance de desaparecer: en España centrismo y centralismo son incompatibles. Nos guste o no, este no es un país simple.      

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2 comentarios

  1. Cada uno es muy dueño de opinar y escribir, dentro de un orden, lo que quiera. Leerlo en absoluto lo hace del lector. Sigue siendo del autor. Creo, no obstante, que hay que ser cuidadoso con los ejemplos/comparaciones (supuesta visita de Pere Aragonés a Melilla…) pues la hipérbole puede llevar al desatino y dar apariencia de frivolidad a todo lo demás.

    1. A veces no puedo reprimir la tentación de exagerar en un país donde se considera normal que una de las 17 presidente/as de las comunidades autónomas ande paseándose por todas partes con cualquier ocurrencia. La caricatura tiende a ser una respuesta proporcional a la pomposa prepotencia de los que se consideran por encima de los demás.

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