Son interesantes los datos que brinda la investigación del New York Times sobre la fiscalidad y los negocios del Presidente Trump. Aporta información sobre cómo se mantiene en la dolce vita un rico de dudosa habilidad en los negocios.

Trump es más un showman que un gran empresario. Un programa de telerrealidad, que presentó hace pocos años y contribuyó a su popularidad, le permitió deducir de sus impuestos facturas de peluquería por 70.000 euros. Otra de las alternativas normales para evitar impuestos es compensar pérdidas. Nada nuevo, salvo que estamos ante un maestro en perder dinero. En el popular programa de TV aludido, The Apprentice, Trump era un gurú de los negocios seleccionando y asesorando proyectos empresariales. Algo para lo que no está especialmente cualificado a juzgar por sus liquidaciones de impuestos.

La principal actividad empresarial del Presidente es la promoción inmobiliaria con mucha inversión en campos de golf, un deporte en decadencia. Su éxito político le ha servido para promocionar su resort de Mar-a-lago en Palm Beach, Florida. Va levantando la paletilla con la ayuda de los que buscan favores y de la asociación de autócratas unidos, feliz de que la presidencia de este personaje debilite la mayor democracia del planeta.

Recordando mis muchos años en el sector, no estaría nada tranquilo si supiera que mi banco financiaba a un individuo con una solvencia tan volátil como su temperamento. Imagino que algunas de las entidades a las que adeuda cientos de millones colaborarán en su campaña de reelección, para tratar de evitar que se le acabe el chollo y tengan que embargarle. Lo considerarán una especie de prima para asegurar el riesgo.

Eso sí, el endeudado promotor, que justifica todo tipo de gastos peculiares y pérdidas contantes para rebajar su base impositiva y pagar 750 dólares al año por el impuesto sobre la renta, vive como un maharajá, no se priva de nada. Recojo un tuit de la combativa congresista Alexandria Ocasio-Cortez, que trabajó de camarera para pagarse los estudios: “ha contribuido menos a financiar nuestra sociedad que los camareros y los inmigrantes sin papeles”.

Aun así, Trump mantiene un fuerte núcleo de votos entre sus conciudadanos más religiosos y supremacistas, cada vez más radicalizados. Pero la imagen de vividor que sobrevuela impuestos y deudas no le va a ayudar con esa parte de la clase trabajadora industrial que le votó hace cuatro años por miedo a la globalización. Si Biden no comete errores, puede que veamos salir de la Casa Blanca, por la puerta de atrás, al caradura que la okupa. No sin que antes intente de todo, amedrentado ante la perspectiva de futuros embargos, incluso puede cambiar la cerradura.

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