Ahí está esa cola para matricularse en un centro de FP que ofrece titulaciones interesantes con programas de prácticas en empresas y centros relacionados con la materia aprendida. El crecimiento de la demanda de la enseñanza profesional, apoyada en prácticas de empresa, es síntoma de progreso, como explicaba en una entrada de hace un año por estas fechas y en otra de noviembre. Han sido 50 años de excesiva obsesión por los títulos universitarios. España ha cambiado, se ha desarrollado y aparecen cada vez más oportunidades de empleo profesional, como ocurre en países más industrializados. Es un buen síntoma.

Pero queda un trecho en la especialización, sobre todo en ciclos superiores, es una pena que los programas sean determinados con demasiado detalle desde el ministerio y las CCAA tengan poca capacidad de ajustarlos. En el medio rural gallego, con el que estoy en contacto a través de la Fundación Juana de Vega, se necesitarían disciplinas adaptadas a las características que aquí preponderan, como en el sector ganadero de orientación láctea o cárnica en que hay posiciones de liderazgo. Por ejemplo, Galicia es una de las diez primeras regiones europeas en producción de leche de vaca, actividad donde representa el 40% del total español.

Podríamos hablar de otras profesiones con demandas sin atender, como la cerrajería o la realización de mecanizados. Mi recomendación es que potencien la FP, pero que también creen un marco legal más eficaz para adaptarse a cada realidad productiva y continúen con ese esfuerzo permanentemente, con programas, si hace falta, de reciclaje de estructuras y profesores. El trabajo posterior irá completando la especialización de los alumnos, pero es preciso dar cabida y revisar permanentemente las bases de aprendizaje con que deben salir de los centros.    

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