España está atrasada en Formación Profesional (FP), nuestra tasa de matriculaciones es del 12%, la tercera parte de la media de la UE. Parece que el Gobierno ha tomado conciencia de la situación y prevé un plan para potenciar esta rama de la enseñanza. El Presidente Sánchez ha prometido 1.500 millones de euros para ello, en gran medida procedentes de los fondos que Europa nos facilitará. Es una buena iniciativa, que las CCAA acogerán con entusiasmo porque parecen estar en la misma línea.

Los políticos reaccionan ante las demandas sociales, pero con frecuencia lo hacen demasiado tarde porque tienden a ser alérgicos al cambio. Ya hay ramas de FP, las más solicitadas, que rechazan alumnos por falta de plazas. Esto indica un cambio positivo en la juventud, que se da cuenta de que la obsesión por obtener un título universitario no es tan importante y muchos apuestan por lo práctico: asegurarse buena capacitación profesional en algo que les guste y les facilite la incorporación al mundo laboral.

En los tiempos en que terminaba mis estudios en la Universidad de Santiago, España abría el acceso masivo a la formación superior y el país la veía como el camino para el deseado ascenso social. Todo el mundo se apuntaba. La cantidad de nuevos alumnos obligaba a la Universidad a improvisar miles de profesores. Vivimos décadas de baja calidad media en el nivel superior del sistema educativo, hasta que éste fue absorbiendo la avalancha y renovando, poco a poco, el profesorado.

Esperaba con ansiedad el cambio hacia un mayor aprecio y apoyo a la FP, en gran medida porque en aquellos lejanos tiempos de estudiante tuve ocasión de estar en Suiza y mezclarme con jóvenes de allí. Me sorprendió muchísimo que, al contrario que en la España de la época, no tuvieran un interés especial por acceder a la Universidad. Sólo lo hacían los que destacaban o tenían una vocación clara que les animaba a dedicar más años al estudio. La mayoría preferían apuntarse a una buena FP para empezar a trabajar e independizarse pronto. Casi 50 años después, aquí empieza a producirse algo parecido.

El desarrollo de la FP y la mejor aceptación de esta enseñanza por la juventud son síntoma de que vamos alcanzando al estatus de sociedad avanzada y constituyen una gran oportunidad para España. Permitirá, al mismo tiempo, descongestionar los estudios superiores para apostar por más calidad y facilitar un mejor acceso al mercado de trabajo de los que eligen la FP. La competitividad de nuestra economía lo agradecerá.

Ahora bien, el éxito en la gestión de este proceso de modernización no es sólo una cuestión de cambio de mentalidad social apoyada en millones de euros. Hay que trabajar a fondo en mejorar el sistema educativo, hacerlo menos burocrático y rígido. Queda un largo camino por recorrer. Una buena FP demanda gran capacidad de adaptarse a lo que demanda el mercado de trabajo, con especial atención a las diversas condiciones del modelo productivo de cada zona. En eso deben esforzarse las CCAA.  Vuelvo a un ejemplo de mi experiencia, en Galicia hay un sector de moda muy desarrollado, presidido por la empresa líder mundial en esa actividad, que el sistema de FP no lo refleja suficientemente porque responde a criterios de tipo general. Un espacio laboral, dominado por mujeres, donde siguen faltando buenas patronistas, cortadoras, diseñadoras… 

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1 comentario

  1. ¡ Aleluya ! . No cabe duda que una FP de calidad y en sintonía con lo que los tiempos y el mercado demanda es tan necesaria como apremiante. Tanto como que la «promesa» del Presidente, Dr. P.S., se convierta en realidad tangible.

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