En el mercado del petróleo la libertad radica en elegir el autócrata que te abastece: árabe, persa, ruso, venezolano, nigeriano, angoleño… Es la maldición del petróleo: los países muy ricos en este producto caen en soluciones políticas totalitarias. Siempre hay algún populista que vende la idea de que la nación es muy afortunada y que si la gente no vive mejor es porque los extranjeros, las multinacionales, succionan el patrimonio de todos. Lo siguiente consiste en establecer un gobierno fuerte, nacionalizar el recurso, crear una gran empresa pública que lo explote, pasar a una dictadura, disparar la corrupción, reducir la inversión, disminuir la producción, aumentar la pobreza…

Hay variantes de un modelo que afecta, en general, a los estados muy ricos en materias primas. Cuando tienen mucha población y este tipo de recursos no son totalmente preponderantes en la economía –Méjico, Argentina, Brasil- la democracia aguanta con dificultad. Si están poco poblados, los jerarcas imponen su ley sin dificultad, como las monarquías feudales de la península arábiga.

Otra cosa son los pequeños países avanzados a los que les cae un maná de gas o petróleo, como Noruega, en los que la democracia aguanta. No obstante, la influencia de esta especialidad productiva tiende a ser negativa y ayudó a que los noruegos eligieran quedarse al margen de la UE. También ha hecho de Tejas un estado muy rico dentro de los EEUU. Los tejanos son los más adeptos del país a planteamientos retrógrados en la integración de minorías, el aborto, la venta de armas o la necesidad de combatir el calentamiento global.

Esta problemática se analiza en mi ensayo, que, como el blog que inspira, defiende las libertades democráticas y combate las amenazas sobre ellas. En la entrada del día 9 decíamos que la democracia es feminista, también es ecologista.

Debemos promover la generación de energías verdes con firmeza, porque nuestra existencia está en peligro a causa del sostenido aumento de la temperatura de la atmósfera, resultado de dos siglos quemando carbón y derivados del petróleo. Pero también es necesario hacerlo para frenar las tentaciones antidemocráticas que promueven esos minerales.

Los totalitarismos agresivos apoyados en la abundancia de recursos naturales son muy negativos, no sólo para sus propios pueblos. Provocan reacciones defensivas en otros lugares, una espiral regresiva de vuelta  al pasado más nacionalista. Por eso constituyen  una amenaza para la especie similar a la del calentamiento global. Sobre todo cuando arraigan en un país como Rusia, cuya alma se calienta  demasiado con la combinación de imperialismo frustrado y energía fósil.

La confluencia de razones ecológicas y políticas hace muy urgente invertir en la generación de energías renovables. Pero también es muy importante el modo de producirlas, que hay que regular bien, separándose de la influencia de grupos de presión poderosos. La defensa de las libertades y de sociedades dinámicas e inclusivas recomienda dar un papel relevante a la posibilidad de acceder a las energías verdes de manera diversa. Debe facilitarse que los propios usuarios puedan promoverlas de forma individual o asociándose con otros, sin depender excesivamente de sistemas dirigidos por unas pocas grandes compañías.

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