A todos nos gusta presumir de haber previsto lo que va a ocurrir, porque pasa rara vez. Si fuera una habilidad permanente los elegidos serían multimillonarios. Mi interés por los sistemas de pago, que proviene de una antigua especialización profesional, me hizo ver pronto que los billetes serían desplazados por tecnologías más actuales que la imprenta. El tema dio lugar a un ensayo que publiqué por primera vez en el 2007 y una segunda en el 2021. Al final de este texto, figura la portada del último .
La pandemia de coronavirus aceleró la tendencia al empleo de medios de pago digitales. La caída del uso de efectivo es muy acusada, sobre todo entre la generación Z y posteriores. Eso reduce, poco a poco, la economía sumergida. Pymes y autónomos cobran menos en billetes y monedas, sus ingresos son más visibles y los declaran para no tener problemas con Hacienda. A pesar de que sigue habiendo irredentos amantes del papel y del metal, como el bar de la fotografía que ilustra la entrada, que visité hace unos días en una etapa gallega del Camino de Santiago.
Los economistas que hacen previsiones no saben calcular el proceso de afloramiento, no es fácil, y lo toman como crecimiento, como mayor consumo, porque registran algo que antes no veían. En paralelo al crecimiento del gasto, el ahorro de los hogares crece al 17,6 %, salen billetes de debajo del colchón. Por eso se siguen actualizando previsiones conforme aparecen datos nuevos. Mi vieja afición a observar los cambios que provoca el menor empleo de los billetes ya me ha llevado a explicarlo en otras ocasiones. Publiqué algún artículo sobre el tema en prensa escrita (1) y en este blog. El pasado 16 de febrero, analizaba aquí por qué las previsiones de crecimiento económico de España para el 2023 habían sido superadas. Al final de esa entrada, advertía que las publicadas para este año también se revisarían al alza.
No me equivoqué. En los meses siguientes, organismos internacionales (OCDE, FMI, UE), al disponer de datos reales, empezaron a elevar sus pronósticos iniciales. En estas últimas semanas, se han apuntado el INE y el Banco de España. También el Gobierno, mientras da vueltas a unos presupuestos amenazados de rechazo parlamentario. El aumento de dos décimas en la previsión del INE supone que el Estado recaudará 1.500 millones más y mejorará el cumplimiento del objetivo de reducción del déficit público.
Hasta que nuestros economistas aprendan a calcular afloramientos, tendré que recordarles que hacen mal su trabajo. Claro que a nadie parece interesarle afinar un poco más. A los dirigentes del Banco emisor no les gusta que se evidencien las ventajas para todos del menor uso de esos billetes que a ellos les permiten vivir confortablemente. Sigue habiendo cantidades enormes de papel moneda en circulación, concentradas en denominaciones altas, que no se reducen y facilitan la vida a un ejército de delincuentes. El Gobierno, por su parte, prefiere presumir de que la economía supera previsiones gracias a su trabajo, mientras la oposición no le echa en cara que el dato no es real. Debe ser el único caso en que no le critica. Posiblemente porque caen en el extendido error de no darse cuenta de lo que pasa o quizá porque haya interés de todos en mantener la posibilidad de financiar partidos, como acaba de descubrirse en el caso de la Alvise Pérez (Se acabó la fiesta), o cobrar favores en billetitos, y tampoco los políticos estén motivados para promover una opinión pública que aplauda el fin del efectivo.
- (1) La Voz de Galicia 2/2/23
