La alarma sanitaria se ha levantado, la vida se parece un poco más a la que teníamos antes de la pandemia. Pero está lejos de ser igual, el covid-19 sigue ahí y aún no sabemos cómo destruirlo, sólo hemos aprendido a alejarnos de él. Mientras no contemos con armas eficaces, volverá de vez en cuando y, aunque estamos más preparados, nadie puede descartar otro brote importante y más medidas de confinamiento. Me sumo a la petición de extremar el cuidado en protegernos y proteger a los demás.

Además de demasiados muertos y personas con secuelas importantes, el coronavirus nos deja una economía muy debilitada. Los que siguen este blog fueron de los primeros en ver una proyección razonable de la caída del PIB, terminaba mi entrada del 28 de marzo: la caída del PIB este año se iría a cerca del 10%, pero puede empeorar. Entonces aún no había previsiones, pero la cifra que adelanté supone la media de los pronósticos actuales más cualificados (OCDE, FMI, Banco de España, servicio de estudios del BBVA…).

El Gobierno se ha rodeado de muchos buenos asesores económicos. Pero es difícil que grandes grupos consigan consensos, más allá de las recetas convencionales que ya se han ido poniendo en marcha, como inyectar liquidez a las empresas y recursos a los más desfavorecidos. Esta vez, la crisis exige más.

El esfuerzo que hace el Estado, que ya tiene una deuda pública muy elevada, nos va a llevar a una situación extrema, con un paro en torno al 20% a finales de este año, un déficit público que aumentará a un ritmo un poco superior al porcentaje de caída del PIB y una deuda del Estado que puede pasar del 95% al 120% de ese parámetro.

No confíen en un fuerte rebote económico si hay miedo a un rebote serio del virus. La demanda interna estará contraída mientras el paro siga muy elevado y la demanda externa depende demasiado del sector turístico al que también le costará recuperarse. Por eso defiendo soluciones más imaginativas que  están a nuestro alcance. He venido hablando de ellas en la categoría “ideas para Nadia”.

Insistan en ideas nuevas que ya han propuesto debatir, cómo reducir el uso del efectivo. No gusta al BCE pero es muy importante para salir de esta crisis con unas finanzas públicas más equilibradas porque evitaría grandes gastos en seguridad además de reforzar mucho la recaudación fiscal. Ya he explicado cómo podríamos convencer a los alemanes (27/03).

Necesitamos además una economía con poco empleo precario, lo que exige dar prioridad a la inversión en investigación de calidad, estos meses pudimos comprobar lo necesaria que es. Y, si queremos ser industriales y avanzados, nuestros plazos de pago entre empresas tienen que aproximarse mucho a los de Alemania. Sólo es cuestión de imponer sanciones a los que incumplan la ley. Aquí hay demasiados “morrosos”.

Además, el sector público debería reducir estructuras innecesarias. Ya hemos citado en otras ocasiones la principal de ellas, las provincias, que son muy caras para la utilidad marginal y prescindible que ofrecen, pero hay muchas más. Subir impuestos en tiempos de crisis tiene límites bajos y el peso del Estado en nuestra economía es excesivo, puede llegar a bloquearla.

Si hay que aumentar el gasto en investigación, sanidad o ayudas sociales, piensen en ahorrar para pagarlo. Por poner un simple ejemplo de los periódicos de hoy, a lo mejor sobra el Consejo de Seguridad Nacional, aunque casi no cueste dinero. Se reunieron ayer, presididos por una Institución hereditaria, pero quizá deberían haberse estado quietecitos, después de que en la sesión anterior, celebrada 10 días antes del estado de alarma, no consideraran la pandemia una amenaza para el país. De poco sirve un paripé con tanta gente, porque espías y militares se callarán algunas claves que tengan miedo de difundir.   

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