El cuadro estadístico tomado de The Economist, que se recoge a continuación, muestra que la economía española tiene, con diferencia, el peor comportamiento entre los 23 principales países de la OCDE, en crecimiento del PIB, en la evolución del gasto familiar disponible por persona y en la evolución de la Bolsa y las inversiones. La razón fundamental es que nuestra economía tiene poca base industrial y depende demasiado del turismo, que se ha hundido por las restricciones para combatir la pandemia.

Lo del turismo es un impacto inevitable. Pero, por desgracia, sirve para justificar decisiones incongruentes del Gobierno, excesivamente preocupado por el tráfico que pasa por Barajas. Ha enterrado fondos para empresas estratégicas en compañías aéreas sin futuro, como la venezolana Plus Ultra (53 millones de euros) o la española Air Europa (475). Este último fue el rescate más importante acordado hasta ahora por la SEPI con cargo a esos fondos. A pesar de esta ayuda, la adquisición por parte de Iberia de la aerolínea de la familia Hidalgo está en el aire, tras varias renegociaciones que han bajado el precio de compra de 1.000 millones a 75.

La matriz de los negocios de los Hidalgo, Globalia, también es la beneficiaria de la segunda mayor operación aprobada hasta ahora con cargo a los 10.000 millones, financiados con fondos europeos, que el Gobierno reservó para operaciones estratégicas. La fusión de la agencia de viajes de Globalia (Viajes Halcón) con las del grupo Barceló obtuvo 320 millones de ayudas.

A pesar de excesos poco justificados, el turismo es una actividad económica fundamental para España. Tenemos una gran posición por condiciones intrínsecas (situación geográfica, clima, costa, patrimonio…) y contamos con mucha experiencia y una gran infraestructura. La oferta deberá adaptarse si se consolida una menor tendencia a los viajes, pero el turismo seguirá siendo un sector fundamental. Lo que hace falta es tener la cabeza fría a la hora de tomar decisiones, no se debe mantener todo lo que viene del pasado, es preciso entender bien los nuevos escenarios. La visión estratégica es hoy más necesaria que nunca.

El peso del turismo en el PIB acarrea otras consecuencias, la estacionalidad que lo caracteriza fomenta nuestro exceso de temporalidad en el empleo. Pero no es incompatible con una economía más industrial, que necesitamos para disponer de más trabajo a tiempo completo, más pymes que crezcan y sean competitivas a nivel internacional y también más investigación privada. La industria no para de perder peso en nuestro PIB, representaba el 18,7% en el 2000 y el 14,6% en el 2019, el último dato de que dispongo. El principal obstáculo para ello es el peso del sector construcción, al que nos referíamos en la entrada anterior al aznalizar un agujero notable para las cuentas públicas.

La construcción genera empleo temporal y economía informal y convive peor que el turismo con la vocación industrial. Está demasiado apegada a la obra pública y las burbujas inmobiliarias y encima paga mal, la causa fundamental del poco desarrollo industrial de España. Demasiadas pymes están ahogadas y no pueden crecer y diversificarse, porque tienen sus recursos cautivos en financiar circulante de algunas grandes empresas, sobre todo constructoras. A pesar de que hay una ley que obliga a pagar a un máximo de 60 días, se las arreglan para pagar a 120, 180 o más. Su gran influencia ha impedido, hasta ahora, que sucesivos gobiernos hayan conseguido aprobar un régimen sancionador para los incumplidores.

El asunto está en el Congreso desde hace casi dos años y parece que el Gobierno actual está dispuesto a sacarlo adelante, con el respaldo de la Unión Europea. Si lo hace, en pocos años seremos más competitivos y más resistentes ante futuras crisis. Andamos dándole vueltas a la falta de inversión privada para impulsar la investigación, una actividad fundamental, pero nadie lo achaca a nuestra poca base industrial, comprimida por los malos hábitos de pago.

En la siguiente estadística de Expansión se ve que, aunque han sido también afectados por la caída del turismo, Francia o Italia no están lejos de Alemania en contener la caída de productividad a consecuencia de la pandemia, porque tienen tecnología propia y un sector secundario dinámico.  

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