Como analizaba en la entrada anterior, Putin es presidente de un Estado que ha perdido su imperio próximo, donde se mezclan culturas en fronteras difusas y se exacerba el nacionalismo ruso. Tiene espíritu autoritario y ha convertido la breve democracia de su país en un paripé. Un caso extremo, que continuará invadiendo vecinos mientras no se le pare.

Erdogán es parecido, vive preocupado por expandir su influencia, por someter a los diferentes, especialmente a los kurdos. A pesar de estar en la OTAN, es amigo de su vecino ruso y ha cambiado la constitución para reforzar su poder como Presidente y poder mantenerse en el cargo sin límite temporal. No obstante, en Turquía la democracia está más arraigada que en Rusia y se enfrenta a unas difíciles elecciones en mayo. El estado de derecho es aún más fuerte en Israel. Aún así, Netanyahu, un primer ministro apoyado por partidos sionistas radicales, emplea la fuerza para expulsar palestinos de los territorios que le interesan. Entre protestas en la calle, su gobierno pretende ahora sacar adelante legislación que limita la independencia del poder judicial.

Los tres cuentan con base institucional democrática en retroceso y operan en zonas desarrolladas y próximas a Europa, pero se apoyan en la fe religiosa como base de un nacionalismo xenófobo, que anexiona espacios vecinos por la fuerza y somete a las minorías a horrores de todo tipo. En el resto de Asia, África o Latinoamérica las variantes totalitarias son más tradicionales, hay una compleja fauna de caudillos populistas de izquierda y derecha. Algunos aún viven sometidos a límites, derivados de restos de estados de derecho preexistentes o, ya sin ninguno, han entregado el poder en manos de los militares.

La gran potencia que ha substituido el papel internacional de la antigua URSS, manejada por Rusia, es China. Por vocación ideológica, tradición histórica y peso económico lidera hoy a los totalitarios. A los dirigentes chinos, que antes se llamaban emperadores, nunca les han gustado las libertades y el respeto a los derechos humanos, y, como Rusia, es también un país racista que somete a las minorías no han. La religión que hoy preside su liturgia patriótica y exhibiciones militares es el comunismo de Mao, un gran asesino de masas como lo fue Stalin. En esa línea le acompañan pequeñas curiosidades históricas, como las que mantienen encerradas en el peor atraso a Cuba y Corea del Norte. China odia la situación de Taiwan, lo considera un desafío insultante frente a sus costas, primero por la independencia de una isla que considera territorio patrio y, quizá aún más importante, por su carácter democrático. No tolera que exista un lugar donde se comprueba que los chinos pueden vivir y prosperar en democracia, como todos los pueblos. Ya consiguió someter a reglas totalitarias a Hong Kong y cualquier día nos sorprende con una agresión sobre la antigua Formosa portuguesa, como la de Putin en Ucrania.

En su confrontación con los EEUU por el liderazgo mundial, China arropa a los dictadores de cualquier tipo, mediante acuerdos comerciales, préstamos preferentes, inversiones en explotaciones mineras o industriales, o dándoles cobertura ante las instituciones internacionales. Paralelamente, realiza una permanente campaña de propaganda en esos países glorificando los éxitos del modelo chino y anunciando la decadencia de Occidente, mientras desliza que las instituciones democráticas, que algunos mantienen al menos parcialmente, no son más que una herencia cultural del viejo colonialismo opresor.

El pasado día 14, Xi Jinping viajó a Irán a visitar al sátrapa opresor de mujeres, ayatola Alí Jamenei, reforzar la colaboración mutua y pedir que se levanten las sanciones a aquel país por fabricar armas nucleares. Ejemplo más actual es el plan de paz, precedido de un alto el fuego, que propone China para Ucrania. Van de pacifistas con el apoyo de países de base democrática de línea muy izquierdista, caso del brasileño Lula da Silva, o nacionalista como el líder indio, Narendra Mori. Los tres países sumados representan una gran parte de la humanidad. También le aplauden, desde Europa, el húngaro Orbán, el italiano Berlusconi o Podemos en España. Todos defienden aplicar en Ucrania la solución de Chamberlain frente a Hitler en 1938 para dar un respiro a Putin, el hombre que pone en peligro la paz y el derecho internacional, invadiendo vecinos y amenazando con usar bombas atómicas. Lo decía Pío Cabanillas durante la Transición: la política hace extraños compañeros de cama. Pregúntenles a Tamames y Abascal.

Frente a la pléyade de totalitarios apoyados por China están los países que gozan de democracia, liderados por los Estados Unidos. A pesar de que también en su seno crecen tendencias peligrosas, los EEUU mantienen su base institucional de defensa de las libertades, especialmente la de expresión. Para reforzar el frente que defiende la paz, la democracia y los derechos humanos, es conveniente, lo recordaba en la entrada anterior, que la Unión Europea consolide su unidad y democracia interna y aproveche el desafío ruso para desarrollar un sistema de defensa propio. Un nuevo salto adelante, como el que representó la creación del euro para limitar la influencia del dólar, que diluya la dependencia de la OTAN e incremente su influencia internacional. La UE es el gran ejemplo de integración regional, de superar fronteras en base al comercio y la construcción de instrumentos comunes de cooperación y protección de las reglas democráticas. El ejemplo que menos gusta a los dirigentes chinos.

Únete a la conversación

3 comentarios

  1. Se puede convenir que, con los siempre posibles matices, es válida la parte «descriptiva» de lo que expones, pero la situación, salvo por la interrelación y lo transcendente de la dimensión de los problemas que conlleva la globalidad del mundo que habitamos, si cambiásemos el nombre de los países y las mutables circunstancias del tiempo y lugar, no difiere demasiado de lo que es la historia del pasado inmediato y aún pretérito de la humanidad.
    Es por ello que, evitando confundir los encomiables deseos con la realidad y haciendo un esfuerzo para pasar de las musas al teatro, contemplemos lo que, en concreto, esta aconteciendo: Occidente, en general, responde con la plausible solidaridad, e interés, que cabía esperar, a la desmedida agresión Rusa a Ucrania y amenaza por extensión a los países que otrora formaron parte de la URSS, pero hace ya más de un año del estallido de la guerra y, pese a todos los grandes esfuerzos de todo tipo, no se aprecia si no un creciente empeoramiento de tan dramática situación. La escalada bélica parece imparable y las expectativas de la misma estremecedoras. Sin por ello «bajar la guardia» hay que redoblar los esfuerzos y la imaginación en busca de soluciones. No hay amigos ni enemigos permanentes. La realidad acredita que lo que prima son los intereses, no solo los del momento sino los predecibles y sobre este axioma hay que trabajar. El «amor» de Xi Jinping por Putin (es un decir) es vulnerable y tornadizo. No importa que no nos guste Xi si su «influencia» es evidente y no impensable que, sin que ello conlleve cesiones y/o renuncias inasumibles, se dé con intereses comunes (China/Occidente) que prevalezcan para el gigante asiático sobre los circunstanciales que Putin pueda representar.
    La búsqueda de la paz bien merece tal empeño. No hacerlo y fiar todo al resultado incierto de una guerra, devastadora en todo caso, sería una irresponsabilidad imperdonable.

    1. Hay asuntos que no admiten medias tintas pues afectan a las instituciones básicas que regulan la convivencia humana. Rusia ha iniciado una guerra de agresión y Putin pagará por ello, caso contrario la siguiente víctima podría ser Moldavia. Dure lo que dure, el conflicto tiene que perderlo. Por cierto, Xi Jinping no es mucho peor que Mao, Stalin o Hitler. Es probablemente más sutil, lo que lo hace más peligroso en su intención de eliminar todos los sistemas políticos de base democrática.

  2. ¿ Respondes a mi comentario ? . No me lo parece. Tal vez por excesivamente largo no te detuviste demasiado en su lectura. Puedo comprenderlo pero no que, por lo que dices, quepa deducirse propongo dar un premio a Putin…
    Se supone que el objetivo a pocos debe ofrecer duda, pero sin renunciar al camino emprendido, cuyos resultados, transcurrido un año, no son suficientemente halagueños pese a la enorme sangría humana (la más lamentable e irreparable), costes materiales, impredecible alcance y consecuencias de la creciente escalada, etc., sin agotar todos los medios y caminos para conseguir el aislamiento de Putin, a cuyo fin parece de especial transcendencia la explicita retirada de cualquier tipo de apoyo por parte de China. Vencer si, pero buscando hasta la extenuación tal logro sin llevar la lucha armada hasta sus últimas consecuencias. No se trata de recordar lo malos que son/fueron Xi Jinping, Mao, Stalin o Hitler, si no de acreditar lo buenos que son nuestros lideres (los líderes occidentales) capaces de conseguir poner a Putin en su sitio, o mejor quitarle de él, sin llegar al extremo de exponernos al riesgo de una conflagración nuclear.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *