Almunia me apoya

Joaquín Almunia, expresidente de la Comisión Europea, exsecretario general del PSOE y exministro español, en unas declaraciones que recoge la prensa de hoy afirma:” En el año 2012 y en el 2013 se nos escapó una entidad financiera, se nos escapó Banco Popular; quizá no hubiera pasado con un supervisor único europeo”.

Es muy relevante que una persona con su formación y experiencia se plantee esta reflexión. El caso del Banco Popular es un ejemplo paradigmático de los peligros de la connivencia entre el supervisor financiero y las entidades.

El Popular fue un banco de éxito hasta finales de los 90, basado en un modelo tradicional y en un eficaz control de costes. El problema es que no sabía adaptarse y el mercado tiene reglas darwinianas (“sobrevive el que mejor se adapta”). Su equipo de gestores disfrutaba del poder y la buena fama, pero estaban envueltos en complicados equilibrios internos y eran incapaces de modificar nada.

El sector empezó a cambiar fuertemente por el impacto de las nuevas tecnologías y los cambios de hábitos de los clientes. Ellos seguían igual. Entonces cayeron en la típica trampa de sobredimensionar el activo para seguir presentando beneficios crecientes y mantener contentos a los accionistas. Estos representaban otro ejercicio de equilibrismo para el sindicato de altos directivos, que no quería contar con un núcleo duro que se escapase a su control.

En una economía como la española, proclive a exagerar las burbujas inmobiliarias, era inevitable que este sector tomara un peso determinante en el activo del banco madrileño. La situación se tornó irrespirable y empezó a recurrir a la contabilidad “creativa”. Estaba ya mal en el 2011, cuando huía hacia adelante absorbiendo al Pastor. Pero el supervisor no parecía analizar bien los modelos de negocio ni los riesgos sistémicos y, además, tenía una excesiva proximidad a las entidades financieras, en especial a las que estaban en la capital. El caso de Bankia, con sus conexiones con la política local y nacional, fue aún peor que el del Popular.

A mí, que trabajé mucho tiempo en banca y estudiaba con cuidado los modelos de negocio, todo esto no me sorprendió y es una satisfacción que se haya producido una especie de autocrítica por parte de alguien que ha tenido importantes responsabilidades públicas. En el libro que fundamenta este blog se tocan estos temas en el primer capítulo “El poder del aparato”. El caso que contemplamos representa muy bien los problemas que crean los excesos de los grandes complejos burocráticos y de gestión.

El modelo interno del Popular es el de una empresa privada en la que una casta de altos directivos usufructuó el poder durante un período prolongado y fue siendo infectada por una enfermedad organizativa inevitable cuando no se evoluciona. En el libro la denomino “mediocridad invasiva”. Allí aclaro que el diagnóstico para la compañía afectada es malo. Casi siempre desaparece y es sustituida por otras.

Pero en el sector financiero, que cuenta con supervisión pública específica, para que las cosas vayan muy mal, el virus que afecta a la entidad privada, debe infectar también al banco central. Es lo que pasó en el caso que comento. Por eso es muy interesante la reflexión de Almunia sobre la conveniencia de contar con supervisores europeos.

Mi ensayo da mucha importancia a la necesidad de mantener una Administración Pública eficaz y flexible, que no genere castas mediocres ni absorba demasiados recursos que debemos emplear para abordar crecientes necesidades sociales. Entre otras cosas dice (pg. 40): “Deberíamos preguntarnos si sigue siendo preciso un Banco Central (una estructura de miles de personas muy bien retribuidas), creado en su origen para emitir moneda, cuando ya no se emite (caso de los países que comparten el euro) y el número de bancos a inspeccionar se ha reducido muchísimo. Además, las entidades financieras son ahora muy grandes y quizás deberían supervisarse a nivel internacional”.

Nuestro antiguo Banco de San Carlos, ahora de España, fue creado como entidad emisora, función que ya no realiza, mientras sigue aumentando los empleados -en el 2018 superó los 3000-  aunque el número de bancos que supervisa es mucho menor. Sr Almunia, sólo nos falta saber: ¿quién le va a poner el cascabel al gato?.

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