La guerra de anexión entablada por Rusia en Ucrania resalta corrientes básicas del comportamiento colectivo de los animales autodenominados racionales, que dominan el planeta agrupados en naciones. Algunas son producto de historia antigua y sirvieron para gestionar imperios grandes o pequeños, marítimos o terrestres. Otras son herencia del colapso de esos imperios y muchas aún no son estables. Mi ensayo profundiza en este tema en su último capítulo (Más allá del Estado Nación). En él, ocupan lugar destacado los Estados más grandes y antidemocráticos, los considera un grave peligro para la supervivencia de las libertades y de la propia especie. Lo estamos viendo

La tradición lleva a estos Estados a gestionar las relaciones con los demás a través de equilibrios militares. Creaban problemas en el pasado que ahora, cuando disponen del arma nuclear, alcanzan dimensiones aterradoras. Un instinto común, xenófobo y agresivo, les impulsa a coordinarse y apoyarse mutuamente, como pasa con Rusia y China, que influyen en otras naciones donde también predomina el nacionalismo populista (India, Turquía, Israel…). Tenemos casos en el interior de la propia UE, como el de Hungría, que respalda las medidas tomadas por todos para frenar la invasión rusa de su vecina Ucrania, pero no quiere permitir el paso de armas para reforzar las defensas ucranianas.

Dentro de sus fronteras, el Estado Nación genera estructuras de poder internas que luchan por mantenerlo y beneficiarse de él. Construidas sobre el dinero o la comunicación (religión, historia patriótica, idioma, raza, redes…) se relacionan con naturalidad con el gran aparato político burocrático que gestiona el espacio nacional y es cada vez mayor en todas partes. Donde existen instituciones democráticas, el tinglado tiene contrapesos que frenan algo los afanes acaparadores.

En los últimos 75 años, Europa ha añadido un espacio de colaboración transfronteriza que ayuda a superar las limitaciones del modelo institucional que ella misma creó y extendió por todas partes. La Internacional Antidemocrática odia el experimento europeo, porque se basa en el desarrollo de las libertades que la UE exige a sus miembros, limitando su soberanía en este campo, con sus tribunales y su capacidad de imponer sanciones. Para los salvapatrias autoritarios la UE es una pesadilla. Su prepotencia les lleva a considerarla débil porque ejerce el poder político en un marco de libertades, como la de expresión que consideran un obstáculo intolerable porque facilita que los ciudadanos tengan ideas que ellos no controlan.

Combatir la manada totalitaria nos exige apoyar las instituciones democráticas, defender la UE, la igualdad de las mujeres y las medidas para protegernos. Los que siguen este blog saben que reivindica una actitud consciente de defensa de las libertades. Los antidemócratas tienden a blandir las armas para imponer sus designios, las democracias recurren más a sanciones económicas y comerciales contra Estados y oligarcas, salvo si hay que defenderse de una agresión militar.

El mundo globalizado nos ha integrado mucho, todos dependemos más de todos. Quizá llega el momento de actuar como sociedad civil, castigando a los principales culpables de lo que está pasando con no comprar productos de sus empresas, sobre todo tecnológicas, en las que se apoyan para reforzarse e intentar imponer sus deseos. Prosperan con nuestro dinero. Cada vez que compramos, cada vez que entramos en una red social votamos a favor de algo, aunque no seamos conscientes de ello. Rusia y China tienen mucho armamento, pero siguen dependiendo de lo que nos venden para hacerse los brabucones. Si fuéramos capaces de actuar contra los intereses de los que nos quieren dominar mandaríamos un mensaje que también oirían los que dentro de nuestros países pretenden reducir las libertades.

Putin se equivocó al minusvalorar la capacidad de las sociedades libres y debe pagarlo caro. Los ucranianos están dando un ejemplo de valor en defensa de su país y también de nuestros valores. Necesitan más ayuda que la de recoger refugiados y enviarles todo tipo de productos que precisan. La acción de nuestros gobiernos tiene que respetar procesos y equilibrios diplomáticos y militares que lentifican las respuestas. La entrada en juego de una sociedad civil consciente de su influencia y capaz de usarla es la peor pesadilla de los apparátchik, esos que piensan que nos dominan. De nosotros depende aclararles ideas preconcebidas, explicarles que las reglas de juego del S XXI incluyen la presión de los que ejercen su libertad cada día, no sólo cuando hay elecciones.    

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