Estos días de guerra en nuestro continente observamos la dificultad de algunas formaciones políticas para adaptarse. Los partidos con raíces históricas en el leninismo se resisten a condenas colectivas por la invasión de Ucrania, alegando matices diversos, aunque el horror que crean las agresiones militares admite pocos matices. Los que aún se atreven a considerarse comunistas o mantienen más o menos escondidas esas ideas fracasadas sienten cierto apego por esta Rusia que reivindica territorios y logros de la URSS.

El pensamiento de Lenin es la base ideológica de apropiaciones de poder por gigantescos aparatos (Rusia, China, Cuba, Corea del Norte…), que representan el mayor peligro para el desarrollo de las democracias. En su fuero interno, algunos siguen añorando a la URSS, la versión de izquierda de los fascismos europeos que siguieron a la primera gran guerra. Que Podemos o el PCE se muestren reticentes a rechazar la invasión de Ucrania entra dentro de ese lastre intelectual. Sorprende más que partidos nacionalistas (ERC, Bildu, BNG) no se revuelvan contra Putin, cuando busca unificar todo porque odia la diversidad.

El sátrapa que ocupa el Kremlin representa mejor que nadie lo que llamo nacionalismo absorbente, mientras que los últimos partidos citados militan en el polo opuesto. El Bloque aún tiene en el puesto de mando a la UPG, una organización marxista leninista que se considera la vanguardia revolucionaria en la lucha de liberación del pueblo gallego, liderando las otras organizaciones políticas y sindicales vinculadas al BNG. Ideas del pasado que lastran su capacidad de adaptarse al mundo de hoy.

Lenin, padre del comunismo y de los salvajes métodos represivos que siguieron a su conquista del poder, falleció poco después de lograrlo y Rusia profundizó en la dictadura más sanguinaria de la historia moderna de la mano de Stalin. Mucho más tiempo estuvo en su puesto el general Franco, vencedor de la guerra civil que inició y perseguidor implacable de opositores. También Franco sigue presente. Sus ideas sobre la nación española son compartidas por muchos, como recogía en la entrada anterior. Esto es normal en un país diverso que siempre registra tensiones descentralizadoras en tiempos de libertad.

Los herederos del franquismo siguen intentando condicionar esa libertad y prohibir que se expresen ideas contrarias a las suyas. Hay muchos ejemplos en ámbitos como la sobreprotección de la religión o de la monarquía. Uno se ha registrado esta semana cuando la portavoz del PP en el Parlamento Navarro pidió que se prohibiera la manifestación convocada por Bildu a favor de la integración de Navarra en Euskadi y la autodeterminación. Comprendo que a muchos les espanten las reivindicaciones de un partido heredero de una organización terrorista causante de mucho dolor. Pero, mal que les pese, en democracia hay que acostumbrarse a oír cosas que no gustan. Es la ventaja de un Estado de Derecho, su capacidad de integrar discrepancias y superar la violencia. Además, lo de añadir Navarra al régimen foral vasco ayudaría a racionalizar el sistema territorial español al que le sobran autonomías uniprovinciales.

Los dirigentes de organizaciones con raíces en ideas totalitarias adoran los grandes aparatos burocráticos centralizados de su nación, sea pequeña o grande. En el fondo, les parece una idiotez que los ciudadanos puedan decir lo que piensan y manifestarse para defenderlo, y un peligro que existan dentro del Estado diversidad de culturas. Conviene recordarlo cuando en Castilla y León el PP ha abierto las puertas del gobierno regional a Vox, separándose de la política de los principales partidos conservadores europeos a favor de aislar movimientos extremistas.

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2 comentarios

  1. Confieso que la afirmación “Franco sigue presente” me causó un cierto sobresalto. Pensé por un momento que tal vez, tras la exhumación del Valle de los Caídos, me hubiese pasado desapercibida una nueva “exclaustración” , en este caso de su destierro en Mingorrubio, pero no tardé en deducir que ahora viviría “sin vivir en él”, tomando cuerpo en supuestos “herederos” que no acabo de identificar como tales pero que intuyo se sugiere representan un grave riesgo al ser incorporados a las instituciones como consecuencia del respaldo logrado en las elecciones castellano-leonesas, lo que resulta chocante, máxime cuando otras “polialianzas” reconocidas por el muñidor de las mismas como generadoras de insomnio y de facturas impagables para España y los españoles, sean pasadas por alto, si no dadas por buena, por parte de los ahora críticos. No se vean filias ni fobias en lo que queda escrito sino la constatación de evidentes faltas de coherencia y maniqueísmo en los hechos comentados.

    1. El tema es más hondo, en principio el ascenso de Vox me parece un mayor peligro de vuelta atrás en el régimen de libertades civiles, el objeto sobre el que se desarrolla mi ensayo. Los nacionalistas más radicales, una vez abandonadas las armas por alguno de ellos, cuestionan básicamente donde radica la soberanía. Asunto que Reino Unido, un país con larga tradición democrática, permitió someter a prueba con el referendo de independencia de Escocia. La tensión surge en España cada vez que tenemos democracia y es un argumento que gustan los muchos añorantes del franquismo para intentar suprimirla o limitarla. Por eso me preocupan unos más que otros.

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