En la entrada anterior ponía la moneda común como precedente de cesión de soberanía y referencia para crear un ejército compartido en la UE. Mientras grandes Estados dan marcha atrás al proceso de mejorar la convivencia internacional, que se abrió al terminar la segunda guerra mundial y se aceleró tras la caída del muro de Berlín, la UE debe seguir en la dirección contraria. Es la primera gran experiencia de integración de países vecinos, por encima de los muros que representan las viejas fronteras. Necesitamos que progrese para ser un agente político muy influyente, que promueva un contexto mundial con instituciones comunes, se eviten guerras y se protejan los derechos de todos.

Ir hacia atrás es afición de retrógrados. Y, además de imposible, es muy peligrosa en tiempos de mucha interconexión por encima de fronteras. Hay que avanzar, aunque suponga gastar en armarse para disuadir tentaciones expansivas de agentes del pasado. En tiempos de convulsiones económicas, azuzadas desde Washington, es compresible la resistencia a emplear recursos escasos en algo tan poco productivo como una defensa poderosa. Por eso tenemos que hacer bien las cosas, analizando datos reales y aprovechando las ventajas de las nuevas tecnologías. Se puede evitar que el aumento de gasto militar reduzca significativamente el dedicado a servicios sociales y ayuda al tercer mundo. Una oportunidad también para desarrollar sectores avanzados que compitan con los de EEUU y China.

Los números que subyacen la reciente gráfica de The Economist que reproduzco, indican que el gasto conjunto de los países europeos en defensa es sustancialmente superior al de Rusia. En el dato está también incluido el Reino Unido, interesado en colaborar en la defensa conjunta, ante la poca fiabilidad de su amigo del otro lado del Atlántico. Por tanto, no se trata sólo de cantidad de recursos a emplear sino también de racionalizar su uso, como emplear gran parte de la estructura de la OTAN, evitando duplicarla y allanando el camino para desmontar un instrumento de otros tiempos, que depende de un aliado poderoso, pero, ahora, demasiado nacionalista. La defensa continental, que debería alumbrar un ejército común, debe buscar eficacia en el mejor uso de los importantes fondos que ya mueve para reducir la aportación de cantidades nuevas. Por pura lógica productiva es más eficiente una estructura colectiva que más de dos docenas de ejércitos con sus mandos y banderas, pensados para defender fronteras próximas. Punto importante es realizar las principales compras de forma conjunta.

Las nuevas tecnologías sirven para avanzar. Un ejemplo son los sistemas de pago. Los electrónicos permiten ir retirando los basados en papel y metales, con enormes ventajas: más eficiencia, mayor recaudación fiscal, menos trabajos ocultos que promueven la explotación laboral y reducen el pago a la seguridad social, mucha menor delincuencia que permite ahorrar en estructuras policiales y judiciales, freno a la inmigración ilegal que tanto alarma a los patriotas del pasado… Todo eso se explica en el libro cuya portada reproduzco al final. Quiero destacar que, si se inicia el proceso de eliminar el efectivo, habrá recursos sobrados para pagar el Euroejército.

No se trata pues de debates sobre si es bueno o malo hacerlo, que siempre llevan a bloqueos. Basta con observar lo que pasa. Un mundo sin efectivo, además de más justo con menos policía e inspectores de Hacienda, es también más eficiente, pues ahorra muchos costes al tejido productivo. Lo estamos viendo en España donde el creciente uso de sistemas de pago modernos, que aquí se aceptaron muy bien al no tener antes un uso extendido de cheques, es causa importante de que sea la economía de mayor crecimiento en la UE desde la pandemia. Parte de ese crecimiento es afloramiento de economía sumergida, como ya se ha explicado aquí, lo que también genera mayor recaudación y creación de puestos de trabajo legalizados.

El gran avance que supondría la supresión del papel moneda exige un período de adaptación de 12 o 15 años. Lo urgente es avanzar en esa dirección, la que lleva recorriendo 10 años un socio nuestro, Dinamarca, con el objetivo de que en el 2030 haya desaparecido allí el dinero efectivo. Hay que empezar a dar pasos para ir librándonos de mucho delito (1) e ineficiencia. El primero sería retirar la ventaja legal que tiene el uso del papel moneda, cuya aceptación es obligatoria. Debe dejar de serlo, el que cobra decide los instrumentos que acepta y, aunque está muy extendido, el pago con efectivo es caro y puede no interesar a receptores que trabajen seriamente. Sólo con hacer eso, España continuará creciendo y recaudando más y tendrá menos problemas para poner los fondos a que viene obligada, ya que es el país europeo que menos gasta en defensa. Va siendo hora de que evasores fiscales y delincuentes varios echen una mano a la sociedad de la que abusan. 

(1) Prácticamente todos los días leo en prensa sucesos que tienen que ver directamente con el papel moneda. Hoy, día 27, el periódico traía dos casos. El primero, un crimen en un local de prostitución de una villa gallega. La sospechosa principal era compañera de trabajo de la víctima (ambas inmigrantes de países pobres), tenía deudas con ella y, además querría quedarse con los 10.000 euros que esta había ahorrado en billetes, imprescindibles en las redes de trata. El segundo lo protagoniza, nada menos, el exjefe de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal, detenido a finales de año por cobrar grandes cantidades a narcotraficantes a cambio de información. Entre los efectos que poseía, junto a relojes y joyas de alto valor, se encontró una máquina de contar billetes, hacía bien las cosas. Sin billetes, también evitaríamos grandes titulares como estos del día 31/3:

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