A Trump se le va la fuerza por la boca, sus alharacas arancelarias están consiguiendo debilitar la economía de su país y sacudir los mercados, con riesgo de añadir tensiones inflacionarias a un menor crecimiento, el peor escenario. Y tiene ambiciones territoriales que le enfrentan a sus vecinos y dan alas al fascista que gobierna en Moscú. La relación entre ambos recuerda la del primer ministro británico Chamberlain con Hitler. Pretendió aplacarle con el acuerdo de Múnich en 1938, reconociéndole el derecho de anexionarse los Sudetes y así resolver la crisis que había provocado al invadirlos. Sólo lo envalentonó más.

Es lo que está consiguiendo Trump, debilitando la posición negociadora de Ucrania para un posible alto el fuego, tras negarle el acceso a sus sistemas de satélites para detectar misiles y drones. Es fácil asustar al débil que está en tus manos. El ejército ruso se aprovechó inmediatamente con bombardeos devastadores y ganancias territoriales. El taimado Putin hace que negocia, gana tiempo, sigue ocupando espacio, su única obsesión. De entrada, tendrá más territorio que quedarse si se siente apretado para aceptar una tregua, que verá como transitoria, aunque dirá, de cara a la galería, que lo hace por ser hombre de paz. Si le dejan, ocupará toda Ucrania. Es lo que desea, no tiene prisa en negociar, siente el viento a favor. Se lleva bien con Trump, pero en el fondo le desprecia. Lo ve como alguien al que le gusta exhibirse y él sabe manejar.

En mi ensayo explico que las grandes guerras europeas de la primera mitad del siglo pasado, como las que provocó Turquía antes, son resultado de la obsesión de antiguos imperios terrestres (los que absorben vecinos y no espacios de ultramar) por reconquistar lo perdido. Ahora tenemos que parar a Moscú, que considera la URSS un imperio a recuperar. Rusia no es tan fuerte como aparenta, un país xenófobo con población decreciente (por eso roba niños en Ucrania) y un PIB similar al de España.  Aun así, mientras tenga un líder tan autoritario y nacionalista, no va a parar de hostigar a sus vecinos.

Putin tiene amigos infiltrados en países europeos, con cierta capacidad de debilitar la posición de la UE en apoyo de Ucrania, y le da cuerda al presidente de los EEUU alagándole como gran líder mundial. Con él no se negocia desde una posición débil. Hay que apretarle, ahogar su débil economía y apoyar al ejército ucraniano. Si amplía territorio, querrá más, como ya hizo al anexionarse la península de Crimea.

Los imperios terrestres deben ser derrotados, es lo único que entienden. Las circunstancias actuales no son las mismas de hace un siglo y podría conseguirse con sanciones económicas y reforzando al país atacado, hasta agotar las fuerzas del invasor. Y no bajar la guardia, aunque éste acepte una tregua. Hay que tener paciencia, a pesar del desastre en curso. A Putin no le sobra tiempo, está llevando al límite las capacidades rusas.  Sería bueno conseguir consensos amplios, que condenen la invasión de un estado vecino, por conculcar el derecho internacional. Si China no se aviene (está pensando en ocupar Taiwan) hay que presionar a la India para que no apoye a Rusia.

Ahora existen arsenales nucleares que Putin amenaza con emplear, porque cualquier ayuda al país invadido la “vende” como agresión a su seguridad nacional, el típico argumento de todo nacionalista para emprenderla a bombazos. Trump ya empieza a decir que la incorporación de Groenlandia a los EEUU es un asunto de seguridad nacional. La situación es peligrosa, pide cabeza fría y no salidas en falso que den pie al expansionismo de los nuevos fascistas. La defensa común europea, aunque no guste a algunos, se ha hecho imprescindible para equilibrar la situación política mundial. Volveré sobre ella.

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Los EEUU han autorizado a Netanyahu a bombardear otra vez Gaza para forzar a Hamás a firmar un acuerdo de paz con devolución de rehenes. Igual que ha hecho al dejar a los ucranios sin cobertura frente a misiles y drones rusos, Trump se  mancha las manos de sangre con los más de 400 muertos que provocó el ataque israelí del día 17 sobre el castigado territorio al que había regresado mucha población tras el auto el fuego acordado hace dos meses, 174 de los fallecidos eran niños y niñas. El fascista israelí promete seguir matando hasta limpiar la zona de gente que se resista, como Putin en Ucrania. Estamos entrando en un mundo cada vez más dirigido por líderes sanguinarios y xenófobos, dispuestos a eliminar poblaciones que consideran inferiores y ocupar sus territorios para conseguir minerales o levantar resorts turísticos, para gente con dinero, por supuesto.

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