Le felicito por el ascenso, Sra. Vicepresidenta Segunda. Vd cuida su imagen, como se ve en esa foto de diseño, habla bien y con mucha precisión. Aunque algunas frases se salen de esa práctica, como “el Gobierno no debe parecer más cerca de las elites que del pueblo”, que destacaba El País en titular de esa entrevista que le hizo hace dos semanas. Las personas más a la izquierda tienden a luchar contra la propiedad privada de los “bienes de producción” (entrada anterior) y a caer en la simplificación de que sólo son elitistas los que tienen más dinero, que es el acumulador de poder más versátil. Pero, como explico en mi ensayo, existen también otros dos muy importantes: la comunicación y los aparatos político-burocráticos. Cada uno tiene sus propias elites interesadas en influir en política.

Estoy de acuerdo en que hay que restar poder al dinero si queremos una sociedad menos tensa y más justa. El Gobierno tiene mucho que hacer en ese campo. Ahora que parece que, por fin, las multinacionales pagarán más impuesto de sociedades, deberían centrarse en asegurar la operatividad de los impuestos de patrimonio y de sucesiones, que sirven para paliar la perpetuación de desigualdades sociales, además de ayudar en la recaudación. Pero eviten la tentación de aplastar a la clase media y céntrense en los auténticos millonarios. Caso contrario continuarán debilitando la salud democrática del país, ya bastante resentida. Hace falta un mínimo serio para todas las CCAA en los tramos altos de esas tasas. Nos quejamos de la competencia fiscal de otros países, pero ignoramos demasiado el daño que hace la interna, muy concentrada en la capital.

Hay otras batallas relevantes abiertas contra los poderes económicos a las que me refiero con frecuencia. Espero, por ejemplo, que llegue a buen puerto ese proyecto de ley, estancado ahora en el Parlamento por los lobbies de siempre, para obligar a pagar a los proveedores en plazos razonables, como ocurre en Alemania o Francia. Está tardando demasiado a pesar de que mejoraría radicalmente nuestra competitividad.

De la comunicación no hablaré mucho, ya lo he hecho en otras ocasiones, como cuando pido que se aplique la normativa de la competencia a los gigantes de internet, como Google o Facebook. Parece que algo se va avanzando. También las grandes religiones retroceden, poco a poco, en las democracias. Aunque el islam (entrada de 22/06) aún se usa demasiado para dominar países y marginalizar a la población femenina.

Su partido tolera en exceso la tercera variante de elites, las de aparato, como cuando dicen que el régimen cubano o el venezolano no son dictatoriales, quizá tampoco lo sean el chino o el coreano del norte. Los propios políticos son parte de una elite, aunque sea democrática. Especialmente relevantes en su órbita de influencia y en su experiencia personal son las elites sindicales, siempre los mismos dirigentes, repitiendo las mismas cosas. Creo que influyen tanto en usted como otras elites influyen en otros partidos. El capítulo de mi ensayo sobre los aparatos contiene sugerencias para mejorar su calidad democrática, dos de ellas les vendrían especialmente bien a esos rostros que se perpetúan como representantes de los trabajadores: que los dirigentes no puedan ocupar sus puestos más de, por ejemplo, ocho años y que financien sus organizaciones con las cuotas voluntarias de sus asociados.  

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *