Tras décadas de inamovible “guerra fría”, muchos se sorprendieron, pero la caída del muro se veía venir. La situación de Alemania Oriental era muy mala, mientras observaba con envidia el deslumbrante nivel de vida de sus vecinos. La reunificación vino también favorecida, en el plano institucional, por la constitución de Alemania Federal, que contemplaba la automática inclusión de los lander del este si lo solicitaban. 

Con esa caída se inició el desmoronamiento del imperio terrestre ruso y del comunismo como alternativa económica al capitalismo. Recuerdo lo feliz que estaba un chófer de un coche que alquilamos con unos amigos para explorar esa gran ciudad, poco años después. El joven era cubano y nos fue asignado por hablar español. La reunificación alemana le cogió estudiando en la parte oriental, dentro del programa de intercambio que tenían los países del bloque comunista, y así, sin tener que arriesgarse a cruzar el estrecho de la Florida, se encontró que abandonaba Cuba metido en el paquete alemán.

Quedan secuelas de la larga separación. Los alemanes que habitan más allá del Elba, aún se sienten poco integrados y con un menor nivel de vida. Pero eso ya ocurría antes de 1945, desde la unificación de Alemania en el siglo XIX. Esa sensación de inferioridad lleva a los del este a votar más a partidos radicales tanto neocomunistas (Die Linke) como supremacistas (AfD). Eso que pasa en Alemania es indicativo de los problemas que arrastra toda la Europa exsoviética, donde proliferan gobiernos de derecha dura  y líderes de perfil autoritario.

Berlín, varias veces levantada sobre ruinas bélicas, me parece el mejor resumen de la historia reciente de Europa. Asistió en primera línea a la construcción de Alemania hace siglo y medio y a su reconstrucción iniciada hace hoy 30 años. También sufrió los extremismos de Hitler y Stalin, tras una década gloriosa en el plano cultural, los años 20. Es la capital, pero asume con naturalidad el reparto de centros de decisión estatales por otras ciudades alemanas. 

Los europeos tenemos suerte de que el principal socio de la Unión Europea cuente con un bagaje histórico que le convierte en factor de estabilidad. No sólo por su fuerte economía, también porque tiene experiencia de lo difícil que le ha sido llegar hasta aquí, unida, próspera y libre. Europa recibe mucho de Alemania y ésta necesita también de Europa, para cohesionarse y superar las heridas de viejos muros.

Atravesamos momentos de vuelta atrás, como todos los períodos históricos en que predomina el afán de levantar fronteras, es el caso del Brexit o del muro de Méjico que levantan los EEUU. Tiempos en que es más difícil la negociación y el pacto y donde nuevos autócratas en Moscú, Pekín o Estambul piensan en volver a anexionar territorios vecinos.

El libro que sirve de base al blog dedica bastante espacio a la dialéctica entre globalización y estados nación. El aniversario de la caída del Muro de Berlín sirve para recordarnos que la Unión Europea ayudó decisivamente a hacerla posible. Estamos integrados es la primera referencia con que cuenta la humanidad para superar esa tensión entre fronteras cada vez más porosas y la afición a reforzarlas con nuevos muros, por viejos miedos que alimentan populistas. Alemania ha olvidado instintos militares y es un agente imprescindible para difundir, desde la UE, ideas de cooperación. Lo necesitamos, feliz aniversario.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *