Hace 150 años falleció Juana de Vega, una mujer progresista

Juana de Vega fue hija única de un empresario de origen humilde, que hizo dinero en Cuba y desarrolló una actividad política de línea liberal, y se casó con un héroe de la Guerra de la Independencia, el general Espoz y Mina, de tendencias similares a las de su padre. Recibió una buena educación y la vida la colocó en una posición desde la que trabajó a favor de la democracia y el progreso. Estas ideas, en aquella España muy conservadora, la llevaron a vivir bastantes años en el exilio, donde entró en contacto con otras visiones de la sociedad y mejoró el dominio de varios idiomas.

Su influencia se apoyaba también en la relación de confianza que mantuvo con Isabel II, de la que fue aya cando la reina era una niña. Estuvo con ella durante el gobierno liberal del general Espartero y fue sometida a todo tipo de presiones por las señoras de la nobleza que siempre habían ejercido ese cargo. En las interesantes Memorias que Juana escribió sobre aquella experiencia, refleja que las grandes de España decían de ella “es hija de comerciante”.

Las ideas y contactos de la dama coruñesa confluían en una tertulia que mantuvo muchos años en su ciudad natal. Fueron la base de su amistad con Concepción Arenal, la principal pensadora social de su tiempo, a quien acogió y apoyó. Su progresismo se muestra también en la organización de los Juegos Florales de Coruña en 1861, que dieron pie a la aparición de los primeros poemas en gallego y marcan el inicio del resurgimiento literario del idioma, que se consolida con la publicación en Vigo, dos años después, de los Cantares Gallegos de Rosalía de Castro.

Juana destaca en espacios tradicionalmente reservados al género masculino. A eso le ayudó el entorno de Galicia en el que las mujeres tienen, desde antiguo, más autonomía que en otras partes de la península. Circunstancia reforzada en Coruña por la influencia del liberalismo y el permanente contacto marítimo con el norte de Europa. Aquí vivieron algún tiempo gallegas importantes nacidas en otras zonas, como Isabel Zendal y las antes citadas Concepción Arenal y Rosalía de Castro, que se añaden a las naturales de la ciudad nacidas en el siglo XIX y principios del siguiente. Además de Juana, son muy conocidas Emilia Pardo Bazán o María Casares, la principal actriz de Francia a mediados del S XX. Hay que reivindicar también el papel de otras más olvidadas como la escritora Fanny Garrido, traductora de Goethe al español, y Sofía Casanovas, la primera mujer periodista en cubrir una guerra (la Gran Guerra) en primera línea.

Como ellas, Juana derribó barreras y apoyó a mujeres y hombres que intentaban hacer lo mismo. Fue un destacado ejemplo de activismo social, de ayudar a crear y consolidar instituciones de la sociedad civil para solucionar problemas colectivos. Desde la Asociación de Mujeres de Coruña, que presidía, creó un hospital para atender a los afectados de la terrible peste de cólera de 1854, presionó para que Galicia contara con un hospital psiquiátrico moderno y fue presidenta aquí de la Cruz Roja, la primera gran organización civil supranacional.  Como remate de su vida, dejó la mayor parte de su patrimonio para que, tras su fallecimiento, se creara la Fundación que lleva su nombre.

Siglo y medio después de su muerte, Juana de Vega es una figura de referencia en dos puntos en los que queda bastante camino por andar: la igualdad de las mujeres en todos los ámbitos y el desarrollo de organizaciones de la sociedad civil, que flexibilizan y complementa la labor del sector público. Dos temas reflejados en el libro que sirve de base al blog: su capítulo 4 (La libertad de las mujeres) y su epílogo (Todos somos necesarios). Ella debió influir en mí, que llevo 35 años formando parte del patronato de la Fundación Juana de Vega. En su web (juanadevega.org) pueden ver información sobre las actividades que realizamos.