Somos un 11% más pobres, fue la noticia de ayer sobre la caída del PIB en 2020. El dato ha causado cierto revuelo en los medios y nos sitúa en el peor escenario desde la Guerra Civil. Esta vez no tiene por qué ser tan difícil recuperarse si el maldito covid no depara más sorpresas imprevisibles. A corto plazo, el aumento de la deuda pública facilita al Estado recursos para paliar el impacto de la caída sobre ciudadanos y empresas. Los fondos europeos colaborarán decisivamente a superar el daño.

Para recuperarse de tan grave disrupción de la vida económica hace falta una gran inyección de dinero público. Aparece así una ocasión única para cambiar cosas y progresar hacia una economía más avanzada. Para aprovecharla, hay que superar la inercia que arrastran nuestros problemas de base: excesiva dependencia de turismo y construcción, paro muy elevado, empleo precario, poca investigación, emigración de jóvenes muy preparados, niveles inasumibles de economía sumergida y de plazos de pago…

Conseguirlo dependerá de cómo gastemos e invirtamos los fondos extraordinarios. Es casi tan importante como la selección de objetivos conseguir un procedimiento eficaz para que el dinero llegue a su destino. El problema es que las estructuras de poder político, económico y mediático siguen ahí y desconfían de ejercicios que puedan afectar a sus privilegios. En la categoría de este blog “ideas para Nadia” he explicado algunos caminos que me parecen adecuados para cambiar a mejor. Hace unos días reiteraba la necesidad de hacer cumplir la Ley de Morosidad ( 25/1/21) a las grandes empresas del IBEX. Es una medida, además de justa, fácil de aplicar. Se inyectarían más de 50.000 millones de euros, sin burocracia ni peleas políticas, en el tejido de cientos de miles de pymes y autónomos que nos sostiene, y del que surgirían, automáticamente, más inversión en investigación y empresas  más competitivas.

Trabajen para mejorar España, no es difícil porque contamos con la población mejor formada que nunca tuvimos. Resístanse a los que quieren mantener el statu quo, aunque las presiones vengan de los que financian partidos y medios de comunicación. Hay que evitar los excesivos enfrentamientos políticos y centrarse en hacer las cosas bien y con agilidad, sin invertir recursos en actividades con poco futuro ni hacer perder demasiado tiempo cubriendo papeles.

Las líneas que se han ido proponiendo aquí están en entradas anteriores y volveré sobre ellas. Hoy me siento un poco más autorizado para hablar de estos temas que tanto nos preocupan, porque, cuando nadie se atrevía, hice un pronóstico bastante preciso de lo que nos iba a ocurrir en el 2020.

La entrada del 28/03/20 analizaba la mala reacción que se había tenido frente a la eclosión de la pandemia, incluida la incapacidad política de forzar el cierre inmediato del principal centro emisor, de nuestro Wuhan. Terminaba así: “Si seguimos como hasta ahora, la caída del PIB este año se iría a cerca del 10%, pero puede empeorar”. Se quedó por ahí. Para hacer esa previsión fue suficiente valorar el peso de sectores claves de nuestro PIB y los posibles efectos de una gravísima crisis sanitaria gestionada de forma poco eficiente. Deseo con toda mi alma que la pesadilla se cierre este verano. Abandonaríamos el 2021 en el inicio de una recuperación sólida, que nos debería conducir a una situación mejor, si evitamos actuar como siempre, en lugar de priorizar lo que el futuro de los españoles demanda.

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1 comentario

  1. Aunque no es infrecuente que discrepe de las opiniones y recetas de Enrique Sáez en otros aspectos, suelen parecerme muy estimables e interesantes en todo aquello que se refiere a la observación, documentación, análisis y conclusiones/propuestas en materia económica y empresarial, tanto en el ámbito doméstico como en lo internacional. Es por ello que no parece precisa la necesidad de recurrir a las acertadas predicciones a que en esta ocasión hace mención, para sentirse “un poco más autorizado”, pues según según han ido evolucionado las cosas (acción/reacción) desde que la llegada de la pandemia era una evidencia ignorada y todo lo que vino después, y amenaza ahora con persistir, lo auténticamente meritorio hubiera sido pronosticar lo contrario… y acertar.
    Para afrontar los retos de futuro, las recetas parecen acertadas pues son buenas, sino imprescindibles, en cualquier caso, claro que el “abordaje” de algunas de ellas dificilmente puede llevarse a cabo de forma simultánea por aquello de que lo que es bueno para el hígado suele perjudicar el bazo, tanto en lo económico-social como en lo político. Pasar de las musas al teatro exigirá más que un manual de buenas intenciones.

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