Las fronteras son, como defino en el libro, embalses de poder imprescindibles para el estado nación, la figura institucional dominante, aunque un futuro más tranquilo y armónico exigiría bajar algo su preponderancia. La UE es el primer intento de hacerlo, capítulo “Más allá del estado nación”. Pero vivimos tiempos que registran alzas de todo tipo de movimientos populistas y el nacionalismo es su gran combustible. Como consecuencia, se extiende la gimnasia de fronteras para fortalecer bajas pasiones.

1)  Levantar

A ello se aplica el Reino Desunido, después de la aprobación del Brexit. El actual equipo de gobierno llegó a un acuerdo con la UE sobre el proceso, que ahora quiere cambiar para reforzar el próspero futuro que prevén muchos ingleses, fundamentalmente de cultura baja y extracción rural.

Cuentan con el liderazgo de parte de su elite cultivada, añorante de glorias pasadas. Dos depurados ejemplares, versión Oxford, de esta típica especie británica, Boris Johnson y Dominique Cummings, comandan el pelotón nostálgico.  El primero de ellos sueña en ampliar el Canal de la Mancha, que los acerca al continente, y estrechar el Océano Atlántico, que les aleja del hijo predilecto, los EEUU, donde Johnson nació y vivió de niño. El segundo le dice cómo hacerlo.

En la Europa del S XXI la separación es un ejercicio difícil que exige esfuerzo y tiene riesgos importantes porque ya hay una amplia integración en muchos aspectos, de ahí el permanente cambio de posturas. Pero su amor al estado nación tradicional les lleva a arrostrarlos con entusiasmo, aunque dañen su salud e, incluso, puedan dejar lesiones permanentes: la amputación de Escocia y/o Irlanda del Norte.

Uno de los problemas de levantar fronteras es que otros prefieran su propia versión de líneas divisorias. Aquí estaremos pendientes de los límites marítimos que provocan nervios al ser menos controlables. Las fronteras difíciles de levantar, pesca e Irlanda, son una prueba de fuego de la negociación aún abierta con la UE.

2) Bajar

La segunda tabla de ejercicios está diseñada para viejos. Viejos Estados que han sido cabeza de lo que he denominado “imperios terrestres”. Modelo de estado nación expansionista que considera que sus vecinos son una propiedad suya que les ha sido robada.

Es la estrategia que está detrás de apoyo de Putin a Lukashenko, el presidente de Bielorrusia contestado por muchos de sus súbditos. Para el gran gallo taimado, Luckashenko es un puente para absorber territorio sin pegar un tiro, como se vio obligado a hacer en el caso de Crimea. No va a dejar caer al sátrapa tradicional soviético, un modelo que no le disgusta. Cada día meterá allí más asesores para controlar todo (ya es oficial el idioma ruso y el rublo), hasta que parezca natural que los bielorrusos pidan su incorporación a la Gran Madre Patria.

3) Dar vueltas

Es lo que hacen chinos e indios en la zona de su mal dibujada frontera en la montañosa vecindad de Kachemira, con presencia de Pakistán de vez en cuando. Estas semanas hemos visto varios incidentes fronterizos con movimientos de tropas, tiros incluidos. Nada pone más nerviosos e irrita más a los nacionalistas, los de Nueva Delhi y Pekín son grandes ejemplo, que la ambigüedad fronteriza que vuelve inestables sus cimientos.

La zona es una cicatriz de las prácticas británicas en diseño de fronteras a mayor gloria de la Reina (ya estaba Isabel en el trono en 1947), que tanto han empleado durante su pasado colonial. En ello siguen, vayan con cuidado no vaya a ser que Isabel tenga que enseñar pasaporte para ir de vacaciones a su adorado Balmoral en Escocia (entrada 30/08/19).

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