Cuando veo las celebraciones del primero de mayo en Pekín, con miles de trabajadores desfilando uniformados, proclamando lo felices que son en el régimen comunista, no puedo dejar de pensar en la gran celebración que nos ofrecía el Régimen en el estadio Bernabéu, cada 19 de marzo (día de San José Obrero, su alternativa al 1º de mayo).  El Generalísimo decía, muy convencido, de que otros le copiarían la gran idea de meter a patronos y trabajadores en la misma organización vertical, línea geométrica que adoran los que se basan en el ordeno y mando. Tenía razón, China, la mayor autocracia que ha producido la larga historia humana es su más fiel seguidora, aunque al tinglado le llamen de otra manera.

Cuando el PC español, desde la dura clandestinidad, ponía en marcha CCOO para intentar organizar a los trabajadores en defensa de sus derechos, no podíamos imaginar que un sindicalismo autónomo era incompatible con el comunismo. El propio partido es el representante del proletariado, los sindicatos se vuelven decorativos si la “vanguardia dirigente” toma el poder. El asunto se complica en cuanto esos dirigentes empiezan, como parece inevitable, a actuar como fascistas, se olvidan de la anhelada «propiedad de los medios de producción» y se lanzan por el camino de la mucho más eficaz economía de mercado. Eso sí, sin dejar de intentar mandar en todo, lo que les crea frecuentes problemas. Me divierte observar los líos que genera una economía más libre a los que odian la libertad.

El número en que piensan los chinos al observar sus problemas laborales es el 996. Significa trabajar de 9 de la mañana a 9 de la noche, 6 días a la semana. Una sola cifra descubre el secreto de la alta productividad de la industria y las tecnológicas chinas: pura explotación. Como ningún sindicato responde a la desesperada llamada de los explotados, empiezan a observarse redes informales de operarios chinos, desarrolladas por ellos en internet, que intercambian desde poesía para liberar stress hasta información relevante sobre empresas o lugares de trabajo con mejor ambiente y que ofrecen más salario y horas libres. Muchos de los que intervienen pertenecen al enorme “ejército industrial de reserva” que acogía el espacio rural del país y que ahora malvive en inmundas barriadas de grandes ciudades. Hay bastantes analistas observando un fenómeno cada vez más dinámico e interesante.

Al que no le gusta nada el asunto es al régimen de Pekín. No sabe muy bien cómo lidiar con él, porque no desea generar más frustración popular, pero tampoco frenar el crecimiento económico impulsado por amiguetes abusadores del obrero. La difusa presión de la gente va consiguiendo algunas mejoras, como que un tribunal haya condenado a una empresa por aplicar el 996. El mundo controlado se complica cuando la sociedad se vuelve más compleja. Pero no van a dejar de apretar todo lo que puedan. Hace poco, Jack Ma, multimillonario cofundador de Alibaba, aún manifestaba que para la mayoría de los pobres rurales era una suerte vivir en el sistema 996 ; por su parte, el Gobierno de Hong Kong acaba de cerrar el sindicato que agrupaba al 70% de los profesores de la excolonia británica.  

Sin entrar en más detalles de una dinámica social muy interesante y, por simplificar, lo que necesitan allí son sindicatos. Como aquí hay quizá demasiados funcionarios sindicales, podría crearse una ONG laboral para ir allí y ayudarles a montar sus propias organizaciones sindicales autónomas, clandestinas al principio, si fuera necesario. CCOO podría trasladarles su larga experiencia en apoyar trabajadores aplastados por un régimen fascista, aunque su partido madre se pudiera ver forzado a perder su nombre para que no se le notara el tufillo totalitario. Exportar sindicalistas podría ser bueno para España y, de paso, ayudar a que China mejore sus condiciones laborales y quizá pueda empezar a caminar hacia una transición democrática. Soy consciente de que no será fácil.  

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2 comentarios

  1. Pues si que me uno a la idea de que sería bueno para España exportar sindicalistas, a China especialmente, porque necesitaría más. Y como a los fines que se persiguen se precisaría gente especializada y experimentada, en el reclutamiento de expertos debería priorizarse el colectivo de liberados.
    No hay que descartar que, como ventaja añadida, se pueda contar con que EEUU subvencione la operación.

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