En el debate que se está produciendo a consecuencia del apoyo de Bildu a los presupuestos, con rasgado de vestiduras por algunos, ha surgido la voz de la diputada del PSOE Adriana Lastra reivindicando la capacidad que tienen las nuevas generaciones del partido para conducirlo en el marco de la situación actual. Lo dice para restar peso a las declaraciones de viejas glorias que aparecen de vez en cuando para recordar los deberes impuestos por la patria y la sacrosanta Transición. Como ella dice, cada etapa tiene sus dirigentes para responder a una realidad que evoluciona y deben evitarse excesivas hipotecas del pasado.

Las tensiones dentro del PSOE reflejan bastante bien las de toda España. Una diputada del norte industrial tiene una visión más abierta que la que domina en el centro-sur de la organización, reforzada por viejos diplodocus, que se consideran guardianes de las esencias. Quizá por eso, Lastra piensa que hay que soltar lastre.

La tensión territorial del partido se suaviza con una tradición laica y una mayor proximidad a las diferencias culturales. Así van evitando que se convierta en fractura. Para ellos fue importante la absorción, durante la Transición, de la Federación de Partidos Socialistas, una organización aglutinada en torno al Partido Socialista de Cataluña, con mucho más peso entonces en esa comunidad que el propio PSOE. El PSC sigue existiendo dentro del PSOE y tiene más autonomía que una simple federación.

Una historia más larga ayuda a evitar que las discrepancias internas se manifiesten en asuntos como la educación, fuente de graves enfrentamientos políticos en España como acabamos de volver a ver en el debate parlamentario de la Ley Celaa. Nuestra derecha, sin embargo, apoya su visión más uniforme en factores innegociables de unidad nacional, con mucho peso del idioma y la religión. Con ello ganan cohesión dentro de los partidos, pero mantienen e incluso refuerzan la fractura en la sociedad.

El PSOE refleja mejor la complejidad del país y, a cambio de algunas peleas entre zonas, se posiciona como el partido estatal más capaz de adaptarse, Pedro Sánchez es una prueba muy evidente. Gracias a eso van consiguiendo porcentajes de voto significativos en todas las CCAA. En el caso del PP, el otro partido que puede liderar un gobierno, la visión más simple de España que trasmite limita ahora su expectativa de voto a una franja de entre el 2 y el 3% en las elecciones catalanas de febrero. Mal se le puede considerar un partido nacional si no es capaz de integrar mejor dentro de sí mismo la diversidad social que condicionan la gobernabilidad del Estado.

A las organizaciones de derecha les recomendábamos en la entrada del pasado día 12 que fueran pensando en un plan B, por si las circunstancias les obligan a adoptarlo. Es obvio que les costará hacerlo, pero deben ser pragmáticos. Lo necesitan, especialmente si siguen pretendiendo parecer más de centro y menos del centro.

Es menos peligroso tener fisuras que puedan ser tratadas por fisioterapeutas, que fracturas complicadas que requieran grandes cirujanos y prótesis de acero . Hoy es 20 N, una fecha afortunadamente bastante olvidada, el día en que hace 45 años nos dejó un cirujano radical adicto a amputaciones y operaciones sangrientas. Quizá por eso me vienen a la cabeza estas reflexiones

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2 comentarios

  1. El mundo en general y España en particular atraviesan por turbulencias de distinta naturaleza, agravadas por el impacto de la pandemia.
    No cabe duda que para afrontar tan distintos retos sin olvidar quienes somos, de donde venimos y en donde estamos, hay que mirar hacia el futuro abiertos a fórmulas no ancladas en el convencimiento de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sin caer en el esnobismo/oportunismo/papanateria de que subidos a la “nueva ola” todo será maravilloso. La calificación de “viejas glorias” y/o utilización de términos semejantes con evidente carga peyorativa no pasa de ser una frivolidad propia de quien aún siendo joven no se le conoce ni reconoce ningún tipo de gloria ni lleva camino de conseguirla.
    La libertad de expresión, aunque de algún modo parece que quienes han hecho uso y abuso de ella la cuestionen ahora, debe ser de aplicación a todas las opiniones, pero hay que resistirse a dar por buenas
    muchas de ellas, cuando recurrentemente pretenden pontificar sobre lo que (y quien) está bien o está mal, lo que debe y no debe hacerse.
    El valor de las propuestas no es algo que deba darse por supuesto, sino que ha de ser probado y valorado en perspectiva. Lo demás no pasa de “vendo consejos que para mi no tengo”.

    1. De acuerdo, cada uno responde de lo que dice y nadie tiene toda la razón. Por eso la libertad de expresión es la madre de las demás. Al discurso se responde con discurso, intentando intercambiar razonamientos y escuchando al otro, pero sin callarlo.

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