El expresidente de Bolivia encarna al tipo de caudillo latinoamericano que se resiste a abandonar el poder. Fue el primer presidente boliviano de origen indígena, dando fuerza política a una mayoría hasta entonces muy marginada y obteniendo, con sus medidas de gobierno, claras mejoras en la igualdad de oportunidades y en las condiciones de vida de los más pobres.

Su trayectoria está llena de éxitos, pero fracasa en la asignatura más difícil para los líderes populistas: saber irse, dejar detrás un legado permanente dentro de una fuerza política democrática que continúe su trabajo, consiguiendo triunfar en elecciones libres .

A uno le preocupan mucho las bases institucionales de los países y sabemos que la tradición americana es la de contar con regímenes presidencialistas en los que un Presidente, elegido directamente por el pueblo, acumula mucho poder político. Mi libro se detiene sobre los orígenes de este ordenamiento constitucional en la primera Constitución democrática, la de los EEUU, y especialmente en cómo dicha constitución incorpora, primero de forma consuetudinaria, después de manera formal, una limitación de mandatos que no figuraba en su texto inicial. Allí (pg. 167) se dice: “Entran en la primera fase de evolución hacia la autocracia los Estados que cuentan con un sistema presidencialista…, en los que el Presidente se agarra al poder.»

El de Morales es un caso de libro. A pesar de la limitación a dos mandatos que la Constitución de Bolivia establece para el cargo de Presidente, consiguió presentarse a un tercero, alegando que había habido un cambio de constitución (2009) y que el primer mandato (ganó sus primeras elecciones en 2005) no contaba. El Tribunal Constitucional, controlado por su partido (MAS, Movimiento al Socialismo)  avaló esta interpretación y pudo competir y ganar en 2014.

El problema es que le cogió gusto al cargo y pretendió cambiar la Constitución otra vez para seguir presentándose a la reelección. Para ello, convocó un referéndum (2016) que se tradujo en su primera derrota en las urnas. Como el resultado no se ajustaba a sus deseos, volvió a pedir al Constitucional que le permitiera presentarse a las elecciones de este año, lo cual este Tribunal admitió alegando que, de prohibírselo atentaría contra los derechos democráticos de Morales, que, al parecer, están por encima de los deberes democráticos, como el de cumplir las leyes.  En estos momentos, Evo tiene ya un record: es el Presidente de Bolivia que más tiempo ha estado en ese cargo, incluidos los numerosos generales que establecieron dictaduras militares en la larga historia de este sacrificado país.

Tuvieron elecciones el mes pasado, hubo graves irregularidades, Morales se proclamó vencedor negando una segunda vuelta y se provocó una revuelta urbana apoyada por la oposición criolla tradicional, hubo ruido de armas y rebelión de unidades policiales. Evo temía por su vida y se fue a Méjico. Le sustituyó un gobierno transitorio escorado a la derecha, con una Presidenta que se pasea con la Biblia y está próxima a los mandos militares.

Es todo muy lamentable, el caudillismo, tan frecuente en Latinoamérica puede tener virtudes iniciales pero casi siempre acaba generando dolor y pobreza, porque el líder se considera la encarnación del pueblo y, por tanto, con derecho a no irse nunca. Quizá, ahora que siguen con cambios constitucionales (Chile va a abordar un proceso de este tipo), deberían pensarlo bien y cambiar el presidencialismo tradicional por sistemas parlamentarios, menos proclives a generar caudillos con vocación vitalicia que se burlan de las limitaciones de mandatos.

No sabemos lo que pasará en Bolivia donde la situación es confusa. Está habiendo demasiados muertos que, aunque sean consecuencia de los excesos represivos de la derecha tradicional que se ha hecho con el poder, también están en el debe de un populista que no ha sabido renunciar al efluvio embriagante del poder político. Aunque el cuerpo pida quedarse (seguro que Evo maniobra para ello) hay que saber irse, procurando que una mala salida no estropee todo lo conseguido antes

Váyase Sr. Morales, retírese a cuidar su plantación de coca, como ha prometido varias veces pero nunca ha cumplido. Intente evitar que haya más muertos y que la clase alta, con la ayuda de los militares, vuelva a controlar el país como si fuera una finca. Por favor, utilice la influencia que aún tiene para ayudar a encauzar, mediante nuevas elecciones, el conflicto social que ha generado por su falta de generosidad final con el país al que tanto ayudó al principio de su carrera.