La creciente radicalización que vemos en muchas partes viene de los instintos más tribales que anidan en los Estados, tema del último y más largo capítulo de mi ensayo (Más allá del Estado Nación). Allí explico que deberíamos articularnos mejor a nivel internacional, tomando como principal referencia la construcción de la Unión Europea. Pero los cambios hacia una mejor organización del mundo parecen difíciles. Ganan peso poderes y contrapoderes sin control democrático, que impiden avanzar. Su referencia es el pasado.

Por eso, la defensa europea es muy relevante para nuestro continente y para los equilibrios políticos internacionales. En su línea, Trump la contempla desde una postura egoísta. Nuestro presidente se ha visto bajo la bota del magnate que apretó para intentar obligarnos a gastar un 5% del PIB en defensa, lo que choca con las prioridades de índole social y la capacidad recaudatoria que nos queda. Al final, Sánchez aceptó una fórmula ambigua que deja para dentro de unos años la realización de lo pactado y ya veremos. Trump ya no sería Presidente entonces y él probablemente tampoco.

En la reciente cumbre de la OTAN en La Haya, el jerarca estadounidense consiguió el compromiso de los miembros europeos de alcanzar ese porcentaje de gasto en defensa. Presume de haberlo logrado, lo ve como un gran negocio para su país. Por un lado, su industria armamentística va a vender más. Como ejemplo, el Reino Unido, con gobierno laborista, acaba de adquirirles 12 cazas con capacidad de transportar bombas y misiles con cabeza nuclear. Por otro, quiere que Europa soporte todo el gasto de su defensa, con lo que los EEUU se ahorrarán mucho de lo que aportan a la OTAN, una organización de tiempos de la URSS y la Guerra Fría, que ahora sirve para intentar frenar a Putin, amigo de Trump que pretende recuperar parte de aquel imperio ruso, como hace en Ucrania.

Para la visión predominante de los EEUU, la OTAN es ahora algo nuestro, a ellos les sirve para tenernos bajo su bota y hacer negocios. Deberíamos pensar mejor. Si pagamos nuestra defensa, ¿para qué los necesitamos? Construyamos un sistema militar europeo, eficaz, compartido y con mayor base industrial. Un paso de gigante para consolidar la UE, aumentar su influencia internacional y reducir la de los grandes estados nación, cuyas ambiciones y la protección que ofrecen a fascistas sueltos, como Netanyahu, son el mayor obstáculo para organizar mejor una Humanidad grande e interconectada, y que no acabe por autodestruirse con tanto gasto militar.

El nacionalismo neofascista de Trump abre la oportunidad de dar un salto adelante, como comunidad de países que comparten soberanía y respetan las reglas del derecho. Si un número importante de Estados europeos está de acuerdo, hay que empezar a sustituir la OTAN por una defensa propia. Algunos se opondrán. Sobre todo, los más nacionalistas que sorprendentemente están encantados de depender de los caprichos de Trump y miran con simpatía a Putin. Pues que se paguen su propia defensa. La común sería como el euro, que no es obligatorio y, para entrar, hay que aceptar las normas pactadas.

La imagen que ilustra la entrada está tomada de The Economist 

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